Hay un chiste clásico, que a mí me gusta mucho citar, aunque
encierra un mensaje, más triste que divertido, (o quizás por eso), y que cuenta
la historia de un hombre profundamente deprimido que va a visitar a un
prestigioso psiquiatra con la esperanza de que le ayude a superar su angustia.
El médico, tras un rato de conversación, le habla de que justo en esos días,
está actuando en la ciudad un famosísimo cómico llamado Pagliacci, del que
dicen, que es capaz de hacer reír y animar a cualquiera. Convencido de que asistir
al show de este hombre, ayudará a su paciente, le anima a hacerlo, afirmando
que esa es la solución a sus males. El otro, completamente hundido, mira al
psiquiatra con resignación y murmura, “pero, doctor… Yo soy Pagliacci…”
Esta mañana, al oír la noticia de la muerte, (dicen que
suicidio), de Robin Williams, no he podido evitar pensar en este chiste.
Williams no era, ni mucho menos, mi cómico favorito. La verdad es que siempre
me gustó más en papeles serios, (aunque nunca dejaba del todo su particular
show), como “El indomable Will Hunting”, “El club de los poetas muertos” y,
aunque este podría no considerarse, estrictamente, serio, mi favorito de todos,
“el rey pescador”. Pero hay que reconocer que era toda una estrella en lo suyo
y sus fans se contaban por legiones. Y lo más importante y loable de todo. Se
entregaba al cien por cien en todos y cada uno de sus trabajos. Cosa que por
ejemplo no pueden decir actores mucho más prestigiosos, como Sir Anthony Hopkins,
cuyas interpretaciones con el piloto automático puesto, son ya legendarias.
Pero dejando a un lado su carrera, que está, en mi opinión,
formada a partes iguales, por títulos sobrevalorados e infravalorados, lo que más
me impacta, es comprobar cómo la vieja historia de Pagliacci, se repite una y
otra vez, y como el tipo más alegre de la fiesta, es muchas veces el más
jodido. Aunque nadie sea capaz de darse cuenta. ¿Son, como dicen algunos
psicólogos, más intensos los bajones emocionales de la que gente que suele
estar muy arriba, casi todo el tiempo? Yo, la verdad, no lo sé. Pero no deja de
parecerme escalofriante la idea de un tipo que estando hecho astillas, lo da
todo por arrancarte una sonrisa. Sí, ya sé que todos tenemos que currar para
ganarnos la vida aunque tengamos las mismas ganas de hacerlo que de comernos un
carbón encendido. Pero, ¿de verdad no os parece de superhéroe, darlo todo en
escena para ser el alma de la fiesta, cuando por dentro lo que quieres es
meterte en un boquete…?
Supongo que a veces se nos olvida que la sonrisa del payaso,
en el fondo, está pintada…
Mi respeto y admiración por un gran profesional que hoy se
bajó del mundo. Descanse en paz, Oh, capitán, mi capitán.
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