Wednesday, February 4, 2015

"La teoría del todo" - Del todo prescindible...



El que me conoce sabe que yo suelo ser bastante cauteloso con lo que se refiere a mis supuestas dotes para juzgar la calidad de una película. Nunca me ha gustado el absolutismo con el que se mueve la mayoría de la gente que habla de cine, y que le lleva a usar la palabra “mierda” con la misma alegría con la que usan “peliculón”. Por eso tampoco me como el coco cuando algo que llega precedido de vítores y algarabías, e incluso premios de esos de campanillas, me deja más frío que a Sandokan en el polo. Si me he perdido algo, mala suerte. Hasta aquí llega lo que yo sé y lo que yo entiendo. Y lo bueno del arte y el espectáculo, es que cada uno es soberano. Y eso es exactamente lo que me ha pasado con esta especie de biografía de Stephen Hawking, llamada “la teoría del todo”. Que a mí me ha dejado más frío que a Sandokan en el polo. Por más que tenga a la crítica engolosinada y que esté en todas las listas de candidatas a premio, este año. 

Bajo mi punto de vista, esta película adolece de dos problemas. El primero, que la historia no es tan apasionante como a los autores les debe parecer. Y eso no quita que el bueno de Hawkings no sea una de las personalidades más notables de nuestro tiempo, y que el tío haya tenido una vida, cuanto menos, llamativa. Entre su labor profesional, y su archiconocida enfermedad, es obvio, que no ha llevado una existencia, precisamente común. Otra cosa, es que todo eso, contado, tenga de verdad interés. 

La película arranca con un Hawkings joven y universitario, que empieza a mostrar sus dotes para la física teórica. Al mismo tiempo, asistimos al inicio de una convencional historia de amor de chico conoce a chica, en la variedad, chica llega a querer tanto a chico, que se echa a la espalda lo que haga falta. Incluidos los sinsabores de la enfermedad degenerativa de su amado. Esto convierte a la protagonista en la heroína de la historia. Cosa que no solo no es ajena al director, sino que le sirve de excusa para dejar un poco de lado a Hawkings, que pasa a ser ese tipo en silla de ruedas, que mira desde una esquina sin que se sepa muy bien qué está pasando por su mente, y centrarse en el personaje de la chica, que obviamente, le gusta más.  A partir de ahí, uno tiene que creerse que esta historia de amor es así de fuerte, porque lo único que nos han mostrado para apoyar tal afirmación es a los dos mirándose embobados y dando vueltecitas en redondo cogiditos de la mano, como si se hubieran escapado de un videoclip de karaoke. 

El resto es un tour a través de las diferentes etapas del matrimonio, apoyado única y exclusivamente en las correctas interpretaciones de sus protagonistas. Y ya sé que alguno se echará las manos a la cabeza al oírme catalogar de correcta la interpretación de Eddie Redmayne como Stephen Kawkings, que es totalmente creíble, pero absolutamente nada más. Y es que amigos, y tened en cuenta que esto es solo una opinión personal, hay personajes que dan para mucho lucimiento, y personajes que dan para una buena composición, y punto. Y este es de esos últimos. Una vez aprendida la pose, el tono de voz, y los gestos, el resto es trabajo actoral, puro y duro. Y con esto no digo fácil, solo digo, correcto. Normal. Del que estoy seguro que puede hacer cualquiera que se dedique a esta profesión. Y espero haber sido capaz de explicarme, porque no es mi intención menospreciar el trabajo de este buen actor. Es solo que me gustaría exponer por qué me parece injusto que gente como Jake Gyllenhaal (nightcrawler), Bill Murray (St. Vincent), Ralph Fiennes (El gran hotel Budapest) , Timothy Spall (Mr. Turner) o Miles Teller (Whiplash), se queden a las puertas de las nominaciones que él sí está consiguiendo.

En definitiva, una historia que no cuenta nada del otro mundo, y que, bajo mi punto de vista, no pasa de ser un entretenimiento digno. 

 Y venga a dar vueltas, y venga a dar vueltas...

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