Wednesday, May 14, 2014

"3 días para matar" - Para matar el tiempo, será.

Películas chorras de acción que no aportan nada nuevo, no ya al cine, ni siquiera al género, y que no buscan mas que entretener un rato al espectador, ha habido siempre, y supongo que las seguirá habiendo. Unas mas aceptables que otras, y alguna para tirarla directamente a la basura. Esta no es de las peores, ni mucho menos. Y si uno fuera capaz de poder verla sin haber visto primero las mil doscientas películas parecidas que un servidor lleva vistas, igual hasta podría llegar a apreciar su supuesta elegancia, su ritmo, su intento de tono socarrón y sus mal disimulados homenajes. Pero la realidad es que llevo vistas esas mil doscientas pelis de las que he hablado y el resultado es que no veo nada de lo anterior, sino una dirección aturullada, un ritmo estandar, chistes absurdos y poco sutiles, y un desperdicio total y absoluto de lo único realmente bueno que tiene esta película, un Kevin Costner, que no solo ha crecido, y mucho, como actor, sino que ha sabido, (o ha tenido la suerte de), convertirse en un icono, haciendo que su sola presencia, ya sea, por sí misma, el personaje. Una pena teniendo en cuenta, como ya digo, que el film desaprovecha esta circunstancia.

Por lo demas, la típica película del tío que quiere dejar de matar pero no puede, que quiere reencontrarse con su hija pero ella no se lo pone fácil y todos esos pum, bang, y boom, que ya hemos visto cientos de veces.

Pero si no eres muy exigente, teniendo en cuenta el buen momento de su estrella protagonista, puedes pasar un rato entretenido.

No tiene guasa la rubia...

Trabajos de amor, perdiditos del tó. Capítulo 2 "Amor acuático"

El día que Helenito se echó a la mar, no lo hizo porque sí. Lo hizo porque su. Porque su padre lo había obligado. Tras veinte años haciendo el vago a diestro y siniestro, mas a siniestro que a diestro, porque la verdad es que los toros no le iban mucho, su progenitor, que de nombre le decían Rigoberto, y de apellido no, entró en su habitación con la escopeta y dijo, "o te embarcas, o te embarco" y de ahí no hubo quien lo sacara. - Pero Padre, esas no son maneras. - dijo Helenito. - Pum, pum - dijo su padre. A lo que el joven solo pudo añadir, - Ahí llevas razón. - Y salió corriendo al muelle a embarcarse en el primer carguero que saliera para algún sitio.

Nada mas llegar al puerto, lo primero que notó Helenito, fue mucha, pero que mucha humedad. Y es que tan rápido iba y con tanto ímpetu se había lanzado en su afán por embarcarse, que se había pasado de largo y se había caído al agua. Afortunadamente para él, un marinero experimentado, lo sacó con un bichero. Luego lo observó durante seis minutos y medio, y despues intentó meterlo en un cubito con agua que tenía junto a sus pies por si cobraba alguna pieza que mereciera la pena. Pero como quiera que Helenito, ni merecía la pena, ni se dejaba encubar, terminó el buen hombre por desistir y arrojarlo junto a unas redes, donde el chico se quedó dormidito, extenuado por la experiencia.

- Vaya tela marinera - dijo alguien que pasaba por allí, acuñando una expresión que con el tiempo se convertiría en popular.

Al despertar, Helenito, estaba ya embarcado en el carguero "Virgen Del Corto Amparo", sin que jamás se haya sabido cómo ocurriera tal cosa, porque nadie jamás lo ha explicado. Pero embarcado, estaba. Y tan contento que se puso.

- ¿Ya estás despierto, grumete? - dijo uno con pinta de oficial etrusco.
- Helenito me llamo. - contestó Helenito pensando absurdamente que al otro le importaba tal cosa.
- Anda y coge la fregona que esta cubierta no se va a fregar sola.
- Pues bien práctica que sería si lo hiciera.
Y la verdad es que eso el etrusco no se lo pudo discutir.

Qué vida tan feliz llevaba Helenito en el barco. Ahora fregaba, ahora pelaba patatas, ahora echaba los hígados por la borda, porque se mareaba mas que un campero echando números. Ahora pelaba mas patatas porque había calculado mal, y se había quedado corto. Las cosas de la mar, que son la mar de divertidas.

Y así de happy hubiera seguido si no hubiera sido porque tras escalar en un atolón de la parte de abajo de Sumatra por donde el río, dieron con un grupo de sirenas que venían de la feria de muestras de Borneo, donde cada año se celebra, a veces en septiembre, y a veces tambien, el famoso Borneo Cinco naciones de futbol sala. Una cosa linda de ver. Y como Helenito no había visto en su vida mas sirena que la de la policía, y no en pocas ocasiones, por cierto, se asomó a charlar con ellas. Con la mala suerte de que se quedó prendado de una, llamada Linólea.

- Oh, fermosa. - Dijo el muy cretino. - Fermosa criatura. - insistió. - ¿Cómo es que dices que te llamas?
- Linólea. - dijo ella confirmando lo anteriormente dicho en este relato. 
- Qué fermosa eres, Linólea. - volvió a decir Helenito, poniéndose ya pesado. - El nombre es feo de cojones, pero tú eres fermosa cual amanecer en Pittsburg.
Y cabe aclarar en este punto de la narración, que si bien los amaneceres de Pittsburg, no son especialmente hermosos, cada uno tiene sus gustos, y su propia escala de valores.

Linólea no entró, en principio, al trapo de las insinuasiones (quizás excesivamente sutiles) de Helenito, con respecto a sus intenciones amorosas. A pesar de que él se asomaba, de vez en cuando, a la borda y decía
 - Estaba yo pensando en pedirle matrimonio a una sirena un día de estos. Solo que tengo el gusto yo de que se llame Linólea de nombre. A ver si conozco a alguna. - Y luego se quedaba esperando por si ella sumaba dos y dos. Pero al final, tras consultarlo con varias amigas y un número atrasado del cosmopolitan, decidió responder al cortejo del marino.

- Oye. - le dijo. - El de fermosa.
- ¿Quién yo?
- Sí, tú.
- ¿Qué?
- Que si estás buscando una sirena que se llame Linólea para casarte, que yo me llamo así y estoy disponible.
Y del alegrón que se pegó Helenito, se subió a hombros del segundo oficial que pasaba por allí, y que reaccionó de la única forma posible en un caso como este. Dándole seis mil doscientos latigazos. Los veinte últimos con las llaves de la bodega amarradas a la punta del látigo.

Pero a Helenito le daba igual. Iba a casarse con el gran amor de su vida. Serían felices y tendrían muchos hijos. Aún tenía que averiguar cómo. Pero los tendrían. Y al primero de ellos le pondría Nick Nolte, que era un capricho que él tenía desde chico. Solo quedaba hablar con el capitán para ver si quería oficiar la boda y aceptar a Linólea a bordo.

- ¿Tú quién eres? - dijo el capitán al oir las peticiones de Helenito.
- Helenito, el nuevo.
- No te conozco de nada.
- Le preparo y sirvo la comida todos los días.
- Y ya te he perdonado por eso, pero sigo sin saber quién eres. ¿Dónde te uniste a nosotros?
- En el barco.
- ¿En qué barco?
- En este.
- Ah, ya. Helenito, sí.
- Exacto.
- Pues hay un problema, Helenito. Yo casaros os caso, pero las sirenas necesitan agua para vivir, y yo no estoy dispuesto a montar un acuario a bordo.
- Pues me tiro yo al agua ahora mismo.
- ¡Pero tú no puedes vivir en el agua, loco!
- ¡Que no de qué!
Y sin pensárselo dos veces, se tiró de cabeza.

Y mas vale que se lo hubiera pensado, no dos, sino tres, y hasta cuatro. Porque no habían pasado ni seis horas y ya se había arrepentido.

- Ay, Linólea. Qué húmeda y que líquida está el agua.
- Te quejas por todo, amor mío. ¿Es que ya no me amas?
- Te amo, te amo.
- Entonces, no te quejes mas. Que estando a mi lado, ya debes estar contento.
Y para demostrar que así era, intentó el buen hombre sonreir todo lo que pudo. Pero como quiera que tenía los labios arrugados y blancos como el cogote de un fantasma, parecía que estaba tocando el acordeon.
- ¡Ay! - dijo Linólea, de repente. No me había dado cuenta. Va a empezar mi serie favorita. CSI Atlántida. Vamos a verla.
- Vamos, vamos. Pero, ¿dónde?
- En mi casa. Está a solo tres kilómetros de aquí, en la falla catorce a mano derecha.
- ¡Pero eso está bajo el agua!
- ¡Y dónde quieres que esté! ¿En la charcutería del Eroski?
- Pero yo no puedo meterme bajo el agua una hora, ¡me ajogo, me ajogo!
- Bueno, pues quédate aqui mientras yo lo veo.
- No es que me haga mucha gracia, mi amor, pero supongo que en una pareja hay que hacer sacrificios. No tardes mucho, ¿vale?
- Nada. Solo el episodio nuevo, luego veo el que pongan repetido, y ya, si se hace tarde, me echo un rato y mañana nos vemos. ¡Hasta mañana, mi amor!
- Hasta mañana.

Y allí que se quedó Helenito chapoteando solito.

- Aquí cada vez hace mas frío. - dijo sobre las tres y media de la madrugada. - a ver si no ha sido buena idea lo de esta relación... Me cachis en la mar...

A ver si vuelve ya la gachí...



Tuesday, May 6, 2014

Memorías de un hijo del Levante. Capítulo 15 "canales"

Han quitao un montón de canales por la cara. Sin explicación ni ná. Y a mí me da igual porque yo la tele no la veo, pero mi vecino Amaro tenía un cabreo esta mañana que era pa cogerlo ahí. Porque por lo visto la culpa es del gobierno, que ha dicho que no se pueden tener tantos canales. Y han quitao el Nitros, el sexta tres y el de Dora la del explora, que era pa los chiquillos. ¡A los chiquillos no les quite el canal, hombre, que se aburren y pintan las paredes! Hay que ver el gobierno que na mas que inventa perrerías. Ahora quito un hospital, ahora quito un colegio, ahora quito canales de la tele. ¡Cualquier día le quitan las dietas a los pobres ministros! ¿Que no? A ver de qué van a vivir las criaturas. Entregaos a ayudar a los demas descuidando sus propios negocios y su familia. Y ahora les quieren quitar la paguita. Como si uno pudiera llegar a fin de mes con lo que gana un ministro. Qué poca verguenza. Pos ya verás tú como se la quitan.

Pos yo ya digo que a mí, lo de los canales, me da un poco igual, porque yo la tele no la veo, pero mi vecino Amaro dice que es una putada porque era donde ponían los programas buenos, de esos de gente que va mirando por los garajes a ver qué pueden vender, o del tío del monte de piedad que es como un gitano americano y que trabaja con los dos hijos. Uno que por lo visto llegas tú a venderle algo y el tío te lo porfía. Y no te creas tú que la gente que va alli a vender cosas es como tú y como yo, no. Que son chusma encanallada, american edition. Que le dice el tío que en vez de doscientos, le da cincuenta y le saca el otro una recortá y junta allí lo mas grande. Como el que quería vender el loro y decía, quiero quinientos dolllars por el loro, y el tío que dice que le da veinte macarenos, y el otro, "por veinte, cojo el loro y lo estrello en el suelo" y dice el loro "arreglarse, hombre, arreglarse" Una cosa mala.

Otro programa que salía era el del jefe enfoscao. Que es uno donde convencían a uno de traje pa que se vistiera como si fuera el domingo a lavar el coche y se hiciera pasar por uno que entra nuevo a trabajar y morder todos los problemas que tiene la empresa aprovechando que los empleaos no saben que es el jefe el que está al linquindoi. Otra cosa mala. Que se mete el dueño de salazones Moreno en la cadena de envasado y le dice el de al lao. "No vea el par de cuernos que tiene el jefe. tenía que reventá como el lagarto de Jaén" y luego cuando termina el programa lo manda llamar a su despacho y le dice, "¿Cómo era lo del lagarto?" y el otro que se ve corralao, dice "yo dije que no vea como se parte los cuernos el jefe por la empresa que cualquier día revienta como el lagarto de Jaén. Lo que pasa es que tengo una mella, se me metió el viento entre los dientes y sonó lo que no era" Y luego el jefe le regala un viaje a Benidorm. Pero te digo yo a ti que en volviendo de Benidorm, lo pone firme.

De todas formas yo prefiero que quiten todos los canales que puedan, porque mi amigo Tenorio es muy de ver la tele y luego le crecen ideas en la chorla y solo se le quitan a palos. Como cuando vio la serie esa de Breaking Bad y le dio por cocinar meta anfetaminas en su casa pa hacerse creso y retirarse a valle del Jerte. Solo que como sabe de química lo mismo que Urdangarín de verguenza, lo que hizo fue echar una caja entera de gelocatiles en un cazo, con mayonesa, un puñao de chiquilin ositos y media caja de juanolas. Lo tuvo tres horas y media a fuego lento, luego lo congeló, lo bañó en queso cheddar y se lo dió a probar a tres yonkis que había conocido en la feria. "El primero lo damos de gratis" me dijo, "y luego ya se lo cobramos a doscientos euros la chirla" Pero como se envenenaron los tres y terminaron en el punta Europa, ya  no volvieron por mas. Una pena de negocio, la verdad.

Pero bueno. La cosa es que han quitao los canales y la gente está tela de quemá con el asunto. Yo lo que le he dicho a Amaro es que cuando no le guste lo que haya en la tele, haga lo que yo. Que se vaya a dar un paseo. Claro que como dependa de telecinco, le queda que caminar al pobre mas que a Spiderman por el desierto.

 A mí me vas a quitar tú de la tele...

Trabajos de amor, perdiditos del tó. Capítulo 1 "Amor marciano"



Podría decir, y de hecho, lo digo, que todo empezó la pasada primavera. Yo acababa de terminar el retrato de Doña Enriqueta. Un cuadro de encargo, que por cierto no cobré por una absurda diferencia de criterios. Doña Enriqueta aseguraba que aquel señor con barba y parche en el ojo que aparecía en el retrato no se parecía a ella en nada mientras que yo afirmaba que entre dos gotas de agua hubiese sido más sencillo distinguir. Pero como el cliente siempre tiene la razón, y en este caso, además, una escopeta de dos cañones heredada, de su difunto marido, decidí dar por perdido el trabajo y no volver por esa casa.  

Y fue sumido en estos pensamientos que me eché a la calle frustrado como solo sabe frustrarse un artista, maldiciendo mil veces mi suerte y otras mil doscientas, más o menos, mi sino, y es que a mi sino siempre le he tenido más ganas que a mi suerte.  Y entonces, justo en medio de un mecachis, y aún a punto de lanzar un hay que ver,  me la topé de frente. Bella y hermosa cual venus afrodita, luminosa cual faro de Alejandría, elegante y sofisticada cual princesa de cuento de hadas y media docena más de cuales, de los cuales, a cada cual más sublime. Casi no me salían las palabras de la boca ya que el corazón, que se había abierto paso hasta la misma para asomarse a contemplar tal belleza, les estorbaba el camino.

-       - Oh, perdón, señora mía. – dije. – Confío en no haberla dañado al chocar con tan delicado brazo. Permita Dios que viva el tiempo suficiente para pagarlo en sufrimiento, de ser así.
-       - No pasa “ná” – dijo ella con un inigualable susurro ronco que envolvió mis sentidos.
Y luego me estornudó encima.

Era tan bella y tan delicada… Con su metro noventa y ocho, su desproporcionada testa y su hermosa melena rubia, oscura como la noche. Mirándome desde las alturas, con un ojo apuntando al centro de su descomunal nariz, y el otro también, aleteó coquetuela sus pestañas mientras mostraba, sonriente, la más hermosa colección de mellas, que hubiera visto en mi vida. Así de sublime era.
-Oh, gentil dama.- dije arrojándome al ruedo. - ¿No quisierais hacerme el hombre más feliz del mundo aceptándome una taza de café o de cualquier infusión de su agrado en Casa Paco, que no queda lejos, y, cuando no está la mujer del dueño, me fían?
Ella se ruborizó y sonriendo bobaliconamente dejó escapar un angelical, -“Anda mi mare, ¿qué ice?” Y de un manotazo me cambió de acera. La chica tenía esas cosas.
Mientras se alejaba, me apresuré a preguntar su nombre espoleado por el temor a no volver a saber de ella y por la urgencia que exigía el cada vez más evidente hinchazón del labio superior que amenazaba con impactar de manera inminente con el inferior, impidiendo, desde ese momento, la articulación de vocablo alguno.
-       - Marciana, me llamo. – dijo mientras soltaba una indescriptible carcajada que hizo volverse a no menos de media docena de viandantes al grito de Horror, el coco.

Ah, Marciana, amada mía. Aquel día ya no hice otra cosa que pensar en ella. No pinté, no dormí, no comí, porque tenía el labio hinchado y cada bocado era como lamer brasas ardientes, pero no comí al fin y al cabo. Marciana, Marciana. Qué glorioso nombre para tan gloriosa criatura. Leonor también es bonito. Y Amparo tiene su cosa. Pero Marciana… Marciana era perfecto.
Tenía que buscarla y la busqué. Tenía que encontrarla y no la encontré. Yo es que siempre he sido eficaz solo al cincuenta por ciento.
Qué primavera más amarga, qué verano más aciago.  Buscándola por todas partes, no encontrando quien de ella me diera pista alguna, paseando mi pena por las avenidas, a las idas y a las venidas.
Acudiendo cada tarde a la calle en la que nos conocimos por si el destino quería volver a unirnos. Llamándola por doquier, por si antojársele al caprichoso viento, llevar mi llamada a mi amada, quisiera.
- Marciana, marciana. Decía yo con voz suave.
- Imbécil . Me dijo una mujer con sombrero de fieltro negro y paraguas amarillo.
- Marciana. Insistía yo.
- Imbécil. Insistía ella.
Y así echábamos la tarde la mar de a gusto los dos.

Qué verano más aciago. Qué aciago, ¡Aciago!
Hacia agosto, una tarde en la que la esperanza ya no compartía mi camino, quiso la suerte burlona llevarme hasta una imagen suya que en un cartel relucía. ¿Era Marciana una artista? ¿O quizás anunciaba pastillas para la tos? No. Nada de pastillas. Era el cartel de un circo. ¡Un circo! Marciana era artista circense. Circense, pero artista. ¡Una artista, como yo! No era posible. ¿No sería acaso que mis ojos me engañaban? ¿Podría ser quizás todo producto de mi imaginación? ¿Era goma de mascar lo que acababa de pisar?
Me acerqué al cartel por si el verla posando en él no fuese más que fruto de mi obsesión por encontrarla, o producto de que la mujer del dueño de Casa Paco no hubiese estado aquella mañana. ¿Acaso no ha acaecido en otros casos de arrebatada pasión que un amante no veía más que el rostro de su amada por doquier? Mi primo Angelín, sin ir más lejos, tuvo una noche de amor con una máquina compactadora en el almacén donde trabajaba, jurando y perjurando al día siguiente que no era sino a su amada Rosalía a quien le habían visto besando con pasión.
Pero el destino me era propicio por una vez. No era ningún ardid de mi mente que buscara jugarme una mala pasada, no. Era la más hermosa de las realidades que se mostraba ante mí como al astrónomo se le muestra cada noche la bella luna lunera. “Marciana, la mujer barbuda”, rezaba aquel bendito cartel. Misteriosa leyenda que no dejaba la más mínima pista acerca de la naturaleza del número con el que mi amada regalaba cada noche al grupo de afortunados espectadores que el Gran Circo Teliri reunía para cada función, gracias, sin lugar a dudas, a sus encantos. Yo no cabía en mí de gozo, y de papas con choco por culpa, como ya he señalado antes, de la ausencia de la mujer del dueño de Casa Paco.

Ahora lo tenía claro. Era goma de mascar lo que había pisado.

Con el ramo de flores más grande que pude obtener sin llamar la atención del dueño de la floristería, corrí a verla esa misma tarde al  Gran Circo Teliri, sito en la explanada de la estación, donde aficionados al circo y viajeros, se entremezclaban en alegre comunión. Y allí estaba ella, en una hermosa jaula que debía ser de oro, como corresponde a tan linda ave del paraíso, si bien parecía más bien de hierro colado.  Junto a ella, un mono vestido de futbolista trataba inútilmente de abrir un coco a cabezazos. Qué fascinante el mundo del circo.

“¡Clang!” hizo mi cabeza contra los barrotes haciendo añicos, nunca mejor dicho, de golpe, mi efímera ilusión de que el amor me permitiría atravesarlos.
-       - Ay, que gorpe sa dao. – dijo ella con su encanto habitual. – Qué tío más bruto. A poco no se junta la frente con la nuca.
-       - Marciana, mi amor. – dije emocionado al verla, - aquí te traigo una flor. Y otras siete más, también de vivo color.
-       - ¿Pa mí? – dijo ella avergonzada. - ¿Tú tá jeguro?
-       - ¿Acaso no estás acostumbrada, mi amada, a que te persigan los hombres con flores?
-       - Con flore, no. Con antorchas, horcas de labranza…
-       - Olvida el pasado, pues aquí estoy yo, dispuesto a ofrecerte mi corazón y una vida de felicidad a mi lado. Un castillo, quizás, a las afueras, con un enorme foso de aguas cristalinas y muchas, muchas almenas desde las que escaldar a las visitas latosas o un pequeño pisito en el centro, cerca de la boca del metro, donde podamos vivir juntos nuestra felicidad y criar un número par de chiquillos, que es lo más práctico a la hora de aprovechar las literas. Un castillo de enormes jardines, o un piso de dos dormitorios, cocina y baño. Elige tú, vida mía, a mí lo mismo me da, pues de todas formas no puedo pagar ninguno de los dos.
-       - ¿Un castillo? ¿literas? – decía ella abrumada por el momento. – Ay, que el gorpe lo ha dejao tonto al hombre este.
-       - ¿No te gustan las literas? No hay problema. Olvidemos las literas, mejor una cama grande donde puedan dormir todos. Juntitos como buenos hermanos. Tres metros por cinco. Y una docena de almohadas de pluma de oca.
-       - ¿De oca?
-      -  De ocasión, si me permites que termine. En casa Marcos, hay unas ofertas que tumban de espalda. Aunque eso ahora es lo de menos. Oh Marciana, amada mía. ¿Cómo narrarte lo feliz que soy en estos momentos? Si ahora mismo vinieran preguntando por el hombre más feliz del mundo, podrían decir, ahí lo tienes. Y se referirían a mí.

En aquel momento el mono, convencido tras dos desmayos y una brecha en la ceja izquierda, de que el sistema que usaba para abrir el coco no era el adecuado, decidió probar nuevas vías y me lo lanzó a la cara. Huelga decir que no obtuvo resultado alguno si bien a mí me dejó el rostro marcado.

-       - Más vale usted que se vaya. – dijo Marciana. – Está poniendo al mono nervioso.
-       - ¿Irme, dices? ¿Irme ahora que mi vida empieza a tener sentido? Marciana, amor mío. Sé que puede parecer precipitado pero esta clase de certeza solo se tiene una vez en la vida.
-       - Uy, que bien, porque estoy matá de sed.
-       - Certeza, mi amor. He dicho certeza, no cerveza. A lo que me refiero es a que creo que tú y yo estamos hechos el uno para el otro y que cuanto antes nos unamos, mejor. ¿Te parece bien en octubre en la Almudena?
-       - ¿En dónde?
-       - En la Almudena.
-       - ¿En cuándo?
-       - En octubre
-       - ¿El qué?
-      -  Madre mía. Nuestro enlace, claro está. Boda clásica con cura, coro y motete. Flores rosas, rojas y amarillas. A la derecha mis invitados, a la izquierda los tuyos, y el cura en el centro, según la costumbre. A los gorrones los dejaremos a su aire, si no se ponen muy pesados.  ¿Qué me dices, mi vida?
-       - Que no.
-       - ¿Que no?
-       - Que no me gusta usté, caramba.
-       - Pues haberlo dicho antes y me hubiera ahorrado la primavera amarga y el verano aciago, señora mía. Tenga usted buenas tardes.

Y con las mismas me di media vuelta y me marché de allí. Si tampoco era tan hermosa al fin y al cabo.


Monday, May 5, 2014

"Aprendiz de Gigolo" Ni Woody Allen salva esto.

Hay películas que si no son masacradas por la crítica nada mas asomar el pico en una sala de cine, es única y exclusivamente,  porque hay gente de cierto nombre implicadas en ella. Porque de otra manera no se entiende la amabilidad que cierta gente ha mostrado hacia esta tontería rodada por ese actor que tanta facilidad tiene para alternar maravillas con auténtica basura, llamado John Turturro. De la misma forma que solo se entiende que haber trabajado tanto, con gente como Spike Lee o los hermanos Coen, debe haberle labrado cierto prestigio que le permite el asombroso poder de convocatoria mostrado en este proyecto y que junta a divas de la talla de Sharon Stone o Sofia Vergara, en papeles insulsos, con actores de cierta calidad, como Liev Schrieber y todo un icono que le permite el lujo de vender las pocas entradas que ha vendido, ademas de hacer la escasa media docena de chistes buenos que tiene la película, como es Woody Allen. Se nota muchísimo que gran parte del material que Allen usa en el film, es suyo. Y se nota porque el resto es demasiado indigno.

"Aprendiz de Gigolo", cuyo título original, "Fading Gigolo" (algo así como Gigolo que pierde brío), es tan engañoso como el usado en España, (solo que el nuestro pretende vender mas entradas, y el de ellos, simplemente está mal escogido), mas que nada porque no estamos hablando de un Gigolo que encara su edad madura, sino de un tipo maduro y poco dotado para el trabajo, que, de repente, y porque un anciano amigo suyo, que, aunque la película no lo diga, es probable que esté empezando a sufrir ataques de senilidad, decide que la solución a sus problemas económicos es que el tipo este comience a prostituirse, va y lo hace. Y, si al menos, lo que surgiera de semejante ida de olla, fuera divertido, uno lo entendería, pero es que la película, lejos de explotar las posibilidades cómicas de esta premisa, se dedica a reflexionar sobre la soledad, sin llegar a nada en concreto y deprimiendo y aburriendo a un público que, si no se queda directamente dormido, es por las puntuales apariciones de Woody Allen, sumergido en una sociedad judia, totalmente surrealista que deja, como ya he dicho antes, algun que otro momento divertido, ademas de al público con la boca abierta y esa cara de "What the fuck", que uno nunca debería ver en una audiencia a la que respeta.

Y poco mas se puede decir de esta insensatez que, insisto, si la hubiese firmado cualquier director de encargo, como vehículo para algún cómico de escaso prestigio, tipo Adam Sandler o Jim Carrey, habría sido despedazada por la crítica. Y con razón.

 Y tan panchos que se han quedao...

"Pompeya" Crónica de una chorrada anunciada.

Hay cosas que se ven venir, de noche, de lejos y hasta dormido. Pero como uno no puede evitar sentarse a ver todo lo que cae por sus manos... Pues eso, que termina dándose de bruces con otro zurullito con lazos.

Eso de llevar al cine la historia de Pompeya, destruida hace ya unos cuantos siglos, tras la erupción del Vesubio, es algo lógico que ya se había hecho en anteriores ocasiones, y que no es descartable que vuelva a suceder en el futuro. Como lógico es que, aparte del festival de muerte y destrucción que todo el que ha pagado una entrada, ha ido a ver, hay que meter algo de chicha para que la película no parezca mas un videoclip, que otra cosa. El problema es cuando tanto una cosa, (festival de muerte y destrucción), como la otra, se le encarga a ineptos totales, como ha sido el caso.

El guión, escrito por la misma gente que escribió "Batman Forever", (con eso lo estoy diciendo todo), es un desfile de tópicos, frases estúpidas e ideas robadas de otras películas, que en conjunto dejan una historia absurda, mal contada y en la que todo el mundo parece sufrir alguna especie de deficiencia mental que les lleva a hacer una estupidez detrás de otra. Con especial mención a la parejita protagonista que vive un amor descomunal que ellos sabrán de dónde ha salido.

Claro que todo esto, sería mas o menos aceptable si el espectáculo pirotécnico, al menos, fuera de primer orden, pero la realidad es que no vemos en este film , nada que no fuera capaz de hacernos cualquier chaval avispado con un ordenador de última generación, un puñado de dólares, y la misma imaginación que el algarrobo. O sea, mucho fuego y mucha piedra cayéndose encima de la peña.

En resumen, una estupidez supina que deja momentos tan demenciales como el de ese gladiador que, irremediablemente condenado a morir bajo el fuego del volcán, lo encara al grito de, "Los que van a morir, te saludan"... Una pasada.

Jon Nieve, bajo el fuego... Mala combinación.

"No se aceptan devoluciones"... Pues en lo referente al dinero de la entrada, deberían.

Una de las cosas mas respetables, o al menos a mí me lo parece, que se pueden dar en un artista, son las ganas de hacer algo grande, importante. Ya seas actor, escritor, ditrector, o, ¿por qué, no?, cómico, llega un momento, en el que, si todo te ha ido bien, y te sigue yendo, sientes la necesidad de dar un salto, dejar un legado. Hacer tu propia "La vida es bella", por poner un ejemplo. Claro que eso no quiere decir que seas capaz de hacerlo.

El tal Eugenio Derbez este, que es un cómico mejicano, muy conocido en su país, y por lo visto, tambien bastante en Estados Unidos, (parece que colaboró con Adam Sandler en "Jack y su gemela", pero ustedes me van a perdonar que no haya visto semejante cosa), ha querido dar ese salto escribiendo, dirigiendo y protagonizando un film plagado de ideas robadas a artistas que admira, y cuya premisa de un mujeriego que se tiene que hacer cargo de una niña, es tan manida como el ochenta por cien de las situaciones y chistes que ocupan el metraje. Si a esto le añadimos unas interpretaciones cuestionables, (sí, lo siento, no me vengais con tonterías), y una dirección deficiente que subraya toscamente cada chiste y carga las tintas en la parte melodramática hasta el sonrojo, el resultado es una película mala, pero mala con agonía.

Claro que la culpa es mía por ponerme a ver algo que ya se estaba viendo lo queera desde lejos.

                                                     Oye, si a la gente le gusta...