Thursday, December 28, 2017

Memorias de un hijo del Levante. Capítulo 44 "Inocentada"

Yo soy fan de todo lo que viene siendo aprender cosas nuevas. Porque aunque yo parezca que tengo mucho mundo, principalmente porque opino de todo, y casi siempre con buen tino, la realidad es que hay un montón de cosas que desconozco. O directamente no las sé. Que es como ignorarlas pero sin tener ni idea. No sé si me explico...

Por ejemplo el tema de las inocentadas. Yo no sabía que había un día en el año en el que se hacían inocentadas hasta que mi vecino Amaro, me dijo un día, "illo, llevas los cordones desataos", y yo, que normalmente los suelo llevar amarraos al tobillo, como si fuera un romano, apretaos, apretaos, que cuando me quito los zapatos, tengo los pieses blanco como dos quesos de Burgos, entré en pánico, porque claro, si llevándolos apretaos, apretaos, se sueltan, el siguiente paso, es graparmelos a la pierna, y eso no es una idea que a mí me agrade. Pero menos me agrada llevarlos sueltos, y dar un traspiés malo, como los que pega el Rey del mérito, que es Juan Carlos, porque el rey de guardia, ahora es el hijo, y me puedo, desde partir el boquino en el suelo, a rodar por una escalera, en claro homenaje al padre Karras, que en dura pugna con el demonio que tenía una chiquilla en la parte interior del cuerpo, en la película del exorcista, se revoleó por una ventana, con la mala suerte de que daba a una escalinata que lo dejó muñeco. Conque al decirme Amaro que llevaba los cordones desataos, entré en pánico y me lié a tortas con él, como dejando claro que necesitaba resolver la situación como fuera. Una acción de lo más comprensible, si bien él se lo tomó a mal, supongo que porque su verdadero objetivo era gastarme una broma, para decirme luego, inocente, inocente. Que es lo que se dice en estos casos, y por culpa de mi reacción, solo pudo decir, "illo, qué hace" e "hijoputa, sueltame"

Pero como ya he dicho antes, eso me sirvió para aprender lo que son las inocentadas, que son bromas que se hacen el 28 de diciembre, en conmemoración de una broma que Hérodes le gastó a la asociación de padres de alumnos de su barrio, hace ya un montón de años, y que se le fue de las manos. Y como yo estoy en la labor de integrarme en la sociedad y absorver sus costumbres, este año tenía decidido hacer una buena inocentada a todos mis conocidos. Pero nada de "lleva los cordones sueltos", que eso mas que una broma, es una putada, porque del susto, te puede dar un pipijerbe en la patata y verte llamando al timbre allá arriba. Lo suyo era preparar algo más bromífero, que se viera claro que era falso, como meter un cocodrilo en el ascensor, o amarrarle un cable pelao a la reja del portal para que todo el que la toque se lleve una calambrá que se le enciendan los pelos como si fuera Goku en modo superguerrero. Claro, que para hacerlo más gracioso e inesperado, se me ocurrió inventar la inocentada doble, que consiste en hacer la broma el 27, que es cuando nadie se la espera, y luego el 28 no haces nada, y la gente se queda en plan, "¿Cómo?, ¿qué?" No sé si me explico.

Total, que el día 26 por la noche, me fui a la tienda de la esquina y en un descuido de la chavala que atiende, que suele estar mas pendiente del teléfono que de la tienda, por el tema de que ahora la juventú no cree en el face to face, y va camino de la película wall-E en la que los humanos, se han puesto pavarotis perdíos y van en camastros voladores, pues le robé uno de los maniquises que tenía junto a la puerta vestío de sevillano, con pantalón verdoso, camisa a rayas y jerselito por los hombros. Que na mas que le faltaba decir, mi alma. Luego me lo llevé a un descampao, lo junté con multigrado, y le metí fuego pa que se quemara, y cuando estaba medio carbonizao, me lo llevé pa la casa y lo arrié en el portal. Luego con betún, tizné el suelo, enderredor del moñeco, y parte de la pared, y me senté en la escalera a esperar que amaneciera, pa ver la reacción de la gente. Pero como no venía nadie y me entraron ganas de mear, decidí acelerar el proceso, gritando por el hueco la escalera, "¡¡¡¡¡alaaaaaaarmaaaaa, alaaaaaaaarmaaaa, que al cartero le ha dao una combustión espontaneas!!!!!" y así varias veces hasta que empezaron a bajar algunos vecinos a ver qué había pasao.

- Aaaaay, la virgen del carmen, la virgen del carmen, ¿Esto cómo ha pasao? - preguntó una con rulos en la cabeza, que no sé cómo se llama, por razón de que no me interesa en absoluto.
- Una combustión espontanea, que le ha dao- le aclaré yo. - Por tema de un ardor de estómago enconao.
- ¡Ostia! - dijo otro con bigote que me creo que es el marío, o un gigoló que tiene alquilao, que eso no lo sé seguro. Y luego, trincó el extintor y lo vaió en lo alto el moñeco.
-Qué horror, qué horror. - repetía la de los rulos. - Yo no quiero mirar.
Pero miraba. Y el gigoló venga de echar espuma extintoril.
- Illo, no eche más espuma, que fuego, lo que es fuego, no hay, y está dejando esto que parece que haya estallao una pastelería. - le dije al menda.
- Rápido, en el doce de la calle Guadalquivir. - escucho que dice Amaro, que bajaba hablando por el móvil. - No sabemos cómo ha pasado, pero hay un muerto. Carbonizado.
- ¿A quién llama? ¿A quién llama? - le pregunté como diciendo, "no eres tú adelantao". Porque es que siempre es el mismo el que se tiene que adelantar. Y de un manotazo le tiré el móvil al suelo. - Con la mierda de llamar a la gente... - le solté con los dientes apretaos. A ver, que enfadao no estaba. Pero me había dao coraje.
- Ahora no hay tiempo para chalauras, vecino. esto es serio. La polícía tiene que intervenir.
- Que aqui no interviene naaaaaadieeeeeee. - grité pensando que esa noche dormía en un calabozo con el negro del wassap. Y por si acaso la cosa iba a más, trinqué el moñeco quemao, y salí corriendo.
- ¿Qué hace esta criatura? - gritó el vecino del bigote mientras su mujer se desmayaba al tiempo que se encomendaba a la virgen del carmen.
Y yo venga de correr y nada mas que de correr, con el maniquís, como en la canción de Serrat. (Si no la conoces, búscalá en yutún. De cartón piedra se llama)
Pero se ve que Amaro no se había quedao contento y había llamao a la polícia, a pesar de haberle argumentado yo que no era buena idea. Y en la esquina de la calle Tarifa, me trincarón dos nacionales que llevaban la misma cara que las caretas del teatro, uno riéndose como diciendo, "no vea el loco este con el bonzo bajo el brazo", y el otro angustiao, como diciendo, "no vea el loco este con el bozo bajo el brazo" Y yo, que como veo acorralao, me meto en el Siglo veinte y dejo el maniquís en el escaparate con la esperanza macarena de que no lo notaran.

Pero lo notaron.

Una paliza y cuatro sedantes después, me despierto en el hospital con el doctor Rivera mirándome con la cara de teatro angustiada. - Chiquillo, ¿Cómo se te ocurre robar un cadaver?
- Moñeco - dije yo
-¿Qué?
- Moñeco.
- Está muy sedado. Dice tonterías. - le explicó el doctor a un nacional que había con él.
- Vamos, que despierto explica física... - dijo el policía.
- ¿Dónde está el moñeco?
- ¿El cadaver? Le están haciendo la autopsia.
- Pues como no se la haga Gepetto... La última inocentada que gasto.



  Un almax pa este chiquillo, por el amor de Dios.