Ya ha llegao el otoño. Y no se ha liao porque el de ahí
arriba no ha querío. Porque este año ha entrao a lo bestia, y la gente parece
que no se entera de las cosas o no se quiere enterar. Y cualquier día sale el
mundo volando, y nadie va a estar ahí pa recoger los pedazos. Na más que digo
eso.
Todo esto lo digo porque si por algo se caracteriza el otoño
es por la caída de la hoja. Y no me refiero a la hoja esa que le pasaban por el
pescuezo a los luis catorce, dieciséis, en los tiempos de los enfants de la
patrí. No. Me refiero a las hojas de los árboles. Una cosa que en principio no
tendría importancia si no fuera porque, como ya he dicho antes, este año el
otoño ha entrao a lo bestia. Y yo empecé a darme cuenta de lo que estaba
pasando porque el gachó ese de la guerra de las galaxias que gobernaba en Cataluña
hasta que lo pillaron llevándose los cuartos y lo pusieron en una casa en el
campo, apartao, dijo en el congreso suyo el otro día, donde lo llamaron pa que
dijera donde había puesto la llave de la caja, que andaran con cuidao porque se
había caído una rama y luego se iban a caer el resto. Y hasta los nidos de los
pájaros. Y eso en Cataluña. Porque lo que es en Madrid, se están cayendo los
árboles enteros, que lo he visto yo en la tele. Y eso, llamadme loco si queréis,
pero ya me parece a mí mucho otoño.
Conque en vista de lo que estaba pasando, y en previsión de
que se terminara extendiendo por todo el territorio nacional, decidí echarme a
la calle para prevenir a la población, como en mí suele ser habitual. Si bien
ya debería haber aprendido que a la gente mejor que le dieran por culo, porque
nunca te agradecen nada. Al contrario, te dan una capuana a poco que te
descuides sin motivo ni razón.
Total, que me eché a la calle el domingo por la mañana con
la intención de decirle a todo el que me cruzara lo que estaba pasando, pero
como en Algeciras, yo no sé por qué, los domingos no hay un alma en la calle,
que parece que fuera esto la ciudad del show de Truman, y tuviera la gente el
día libre, na más que me crucé con una paloma que me miró con cara de palangana
etrusca. Pero ni la avisé ni nada, porque las palomas, al fin y al cabo, tienen
un buen par de alas con las que najarse de en medio cuando hay problemas, que
no he visto yo en mi vida una reyerta donde hubiera envuelta una paloma. No sé
vosotros. Conque me jarté y decidí
meterme en un bareto de la calle Sevilla pa comentarle al camarero que fuera él
avisando a los comensales que se fueran acercando a su garito. Así que entro y
le digo a uno que había allí limpiando una mesa. “Que se caen los árboles” y el
tío revolea el trapo y sale corriendo pa la puerta diciendo “No me jodas,
¿dónde, dónde?” Y yo que voy detrás y le
digo. “Primero se cae una rama y luego el resto. Y después los nidos de los
pájaros” y el tío se vuelve pa mí con una cara de rancio que no podía con ella
y me dice “anda, cojone, que me creí que era de verdad” y yo, “pos claro que es
de verdad, que lo ha dicho el de la guerra de las galaxias. Que se van a caer
las ramas” y se mete el tío pa dentro y me suelta, “po del carajo, así recupero
un freesbee que se me quedó enganchao el año pasao en uno de enfrente de mi
casa” y sigue el tío limpiando la mesa que yo creo que o terminó por hacerle un
boquete o terminó por salir el genio, porque na más que hacía frota parriba,
frota pabajo.
Pero yo no me podía desanimar solo por haber dado con un
lunático. Tenía que intentar salvar al mundo una vez más, como hubiera hecho el
doctor who. Conque me busqué entre unas cajas que había junto a los
contenedores de basura, un tubo grande de cartón que hiciera las veces de artilugio
megafónico, con el que ampliar mi voz, y me paseé por las calles del centro
advirtiendo del tema. “Algecireños, se acerca nuestro fin. El enano de la
guerra de las galaxias lo ha dejado claro. Se están cayendo las ramas, y pronto
serán los árboles. Todavía no está decidido porque como se quieren separtar de
España, lo mismo se libran. La culpa es del otoño que ha entrao mu fuerte.
Tened cuidao, y vigilar los cielos” y así me fui por la calle convento y luego
por la avenida Blas Infante. Solo que como hay muchos árboles y yo iba acojonao
por el tema de que se me cayera encima una rama y me dejara más tieso que los
guardias esos del gorro negro largo que están en la zarzuela londinense,
decidí coger por medio de la carretera, para mayor seguridad. Y no tiene otra
cosa un caprichoso que querer pasar por allí justo en ese momento. Y empieza,
piiii, piiii, piiii, y venga de “quítate chalao” y venga de “Quitate majara” y
yo, “se están cayendo las ramas, se están cayendo los árboles” y el menda cada
vez más agresivo. Y entonces me fijo que llevaba en el coche un letrero que
decía, “muebles manolín” y ahí fue donde me di cuenta del tema. El nota estaba
en contra de que yo advirtiera de lo que se avecinaba porque contaría con la
maderita de los árboles caídos pa hacer camasmueble, descansadoras y mesillas
de noche varias. Conque me volví y le dije “no podrás conmigo, terrorista
otoñal” y entonces me embistió con el coche y rodé por el capó como si fuera starsky
y Hutch, en español indivisible.
Y aunque uno que había allí dijo que se había quedao con la
matrícula, yo le dije que se la devolviera, que a ver si encima nos iba a
acusar el tío de hurto con extracción matriculística. Y me fui pa mi casa
porque ya me daba igual que se le cayera encima a la gente los árboles, como si
se les quiere caer el meteosat.
Sin gatos nos podemos quedar, yo lo aviso.