El otro día fue el día de la constitución. Y yo las fiestas normalmente no
las celebro porque, por el tema ese de estar loco, no trabajo. Y el problema de
no trabajar es que, todos los días son fiesta para ti. Y eso está bien porque
disfrutas a diario de las cosas que otros solo pueden disfrutar los días de
fiesta. Como dormir hasta que me despierte con la marca de la almohada en el
rostro, desayunar en pijama viendo la tele, pasear por el parque, pasear por el
otro parque que está más abajo. También podría comer por ahí, pero eso no lo
hago porque la gente está muy mal de la cabeza y siempre termino peleándome con
alguien, como el día en que el tío me dijo, ¿te digo lo que tengo fuera de
carta?, y yo le dije, ¿Qué pasa que escondes los platos porque son prohibidos,
o qué?, Queréis vender pezqueñines, pero sabéis que no lo podéis poner en la
carta, sopena de prisión, ¿verdad? Y me levanté y grité “Pezqueñinez no,
gracias. Debes dejarlos crecer” a todo lo que me dieron los pulmones. Y me
echaron del restuarán a patadas. Se ve que no tanto por el grito como porque
mientras gritaba trinqué al menda por pescuezo y le metí la cara en un plato
puchero de la mesa de al lado. Conque prefiero no ir a comer por ahí, la
verdad.
Luego, por otra parte, no trabajar, hace que no pueda uno disfrutar de los
días de fiesta, porque para los demás son especiales porque pueden hacer todo
eso de dormir y del parque, y lo del parque de más abajo, pero como yo hago eso
siempre que quiero, ¿qué tiene de especial? Conque no celebro fiestas, que me
parece que es lo más lógico.
Sin embargo la de la constitución, la quería celebrar. Porque hace poco fui
al médico y me dijo que yo era de constitución débil, y eso no puede ser porque
a mí no hay cosa que me dé más coraje que ser débil en algo, porque ser débil
es de débiles. Y yo soy fuerte. Conque le dije al galeno, “illo, que tengo que
hacer para estar fuerte” y él me dijo, “ejercicio, mucho ejercicio, y vida sana”
y yo lo de la vida sana lo tengo controlado porque como mucho verde, como
recomendó una vez una gachí en la tele que era naturóloga y te enseñaba cómo
comer por dentro. Conque yo me compró la comida, la dejo en lo alto de la
encimera, y hasta que no vea que está verde, no me la como.
Otra cosa es lo del ejercicio. El mismo día que salí del médico, corrí tres
veces por la calle. Pero era por el tema de que lo había cogido con muchas
ganas. Y la verdad, la tercera fue porque me persiguió un perro cuando iba por
el pan. Pero al día siguiente ya no tuve ganas y dije, mañana, y al otro día,
dije, mañana, y así uno por otro y ya no volví a correr más. Hasta el domingo,
que dijo la tele que era el día de la constitución y me acordé que tenía que
hacer ejercicio. Conque me puse el chándal que yo tengo del ejército, (yo no
hice la mili, pero tengo el chándal porque mi amigo Tenorio lo mangó un día de
un cordel, y como no le estaba bueno, y luego no se acordaba de qué cordel lo
había cogido, me lo quedé yo), y me eché a la calle.
Na más salir, me llevé la enrritación. Porque me dice mi vecino Amaro, que ha
escuchao decir a uno en la tele, que la constitución española está pasando por
su mayor momento de fragilidad, y ahí yo me encendí. Porque yo tengo parte de
la culpa, por no haber hecho caso al médico y no haber corrío todos los días. Y
si una cosa tengo clara es que la mejor forma de conseguir que la gente haga
las cosas es dando ejemplo. Conque me eché a correr, al grito de “vamos todos,
a mejorar la constitución” y uno que estaba en una esquina con una bolsa y el
periódico debajo del brazo, me miró como diciendo, “qué ejemplo está dando este
conciudadano”, y yo me acerco y me fijo en que lo que llevaba en la bolsa eran
cruasanes. Y le grito, “¿Eso qué es, bolleríaaaaaaa??????” y se ve que algo
despertó en su interior, porque se concienció automáticamente y se echó a
correr, que te digo yo que si el pistoricus ese, corriera así, no lo había
trincao la policía todavía.
Y no se creáis que fue el único al que conciencié, no. En cada esquina veía
un nuevo haragán, dispuesto a dejar que su constitución se volviera frágil, y
yo, venga de dar gritos de ánimo y de arriba España, y de “a por ellos, oé”, y
de “illa, illa, illa, Juanito ensaladilla”
Hasta que me topé con unos municipales que, avergonzados al ver que un
ciudadano anónimo, estaba haciendo una labor que, claramente corresponde a la
administración pública, me metieron en un coche patrulla, y me llevaron a que
me pusieran un pinchazo.
Y cuando me desperté era la Inmaculada.