Wednesday, January 8, 2014

Memorías de un hijo del levante. Cap. 1 "Reyes"



Esta semana han sido los reyes. No los de "me llena de orgullo y satisfacción", sino los otros, los de los camellos. Los de oriente, que traen un barbas viejo, uno de mediana edad y un negro. Y no es que yo tenga nada en contra de los negros. Es que lo traen. A ver si me explico. Si trajeran un chino, diría "un chino", pero como lo que traen es un negro, pues digo, "un negro". Que a mí esas tonterías de decir "hombre de color" no las contemplo porque dan pie a malentendidos. A ver, hombre de color, vale. Pero, ¿De qué color? ¿Azul como los largos esos de la película que hizo el de Titanic? ¿Rojo como el cangrejo de la sirenita? ¿Verde como la masa que ahora se llama Hulk? No. Negro. ¡Pues di negro desde el principio y nos ahorramos el dilema, leche!


¿A qué venía esto?

Ah, sí. que esta semana han sido los reyes. A mí, en general no me gusta celebrar estas fiestas porque, si me pilla en el manicomio, (el doctor Rivera dice que le diga clínica, pero yo digo manicomio para que vosotros sepais de qué es la clínica, no sea que el que no me conozca, se piense que yo paso temporadas en una clínica de tísicos o de lumbalgias, en lugar de una de locos, que es lo que estoy yo.... ¿Qué estaba diciendo? Ah, sí, lo de que no me gusta celebrar estas fiestas y lo de que si me pilla en el manicomio... esperad, que cierro el paréntesis. ) Ya. Bueno, pues si me pilla en el manicomio, no me queda mas remedio que celebrarlas porque organizan una cena por todo lo alto con gambas y latas de atún y huevos duros. Y nos ponen un gorrito de colores y un antifaz como si fuera uno el zorro. Y luego ponen una música siniestra de esas cantadas con voces de niños que parecen enanos fingiendo la voz, y los celadores se pegan abrazos y se dicen que se quieren mucho y al final alguno termina gritando y dandose porrazos, y nos acuestan a todos y apagan la luz. Un rollo.

Pero peor es cuando me pilla fuera como este año. Que la mujer de mi hermano se empeñó en celebrarlo todos juntos. Y aunque en nochebuena y nochevieja me libré porque me escondía en el armario cada vez que sonaba el teléfono, en reyes me engancharon porque no me acordaba que faltaba una fiesta y me fui a contar las palomas del parque. (Este tema es muy importante porque yo creo que no hay siempre el mismo número y habría que llamar la atención de las autoridades para que se viera por qué. Así que si a mí me quitan de en medio, la cia o el FBI o el sindicato del metal, o la santa compaña o el que sea, echarle un ojo a las palomas, no dejarmelo eso)

Otra vez he perdido el hilo...

Ah, sí. Que me enganchó la Chelo, la mujer de mi hermano en el parque y me llevó a su casa para que comiera un roscón que había hecho ella que no había forma humana de comerselo del asco tan grande que daba cada pedazo que me metía en la boca, porque la mujer de mi hermano es mu buena persona, pero cocina peor que un mono cocainómano. Y el roscón sabía asqueroso. Yo creo, que en vez de meterle una figurilla de regalo dentro, entre la nata, como hacen los demás, ella debería meter un tarrito con el antídoto, y el que se lo encuentre, se salva.

Pero el caso es que le pegué dos bocaos y me los tragué como pude porque un año que me invitó a comer pollo, me saqué el pedazo de la boca y lo escondí debajo del mantel. Pero ella se dio cuenta porque la Chelo es mu lista y se queda con tó. Es tan lista y despierta que en la familia le decimos, Chelo Holmes.

Y lo peor fue que despues del roscón le dijo a mis sobrinos que me enseñaran los juguetes que les habían traido los reyes. Y el chico, que tiene cara de paraguas ruso, me plantó delante del rostro un muñeco vestido de rojo que gritaba "alarma, alarma" y, claro, ahí yo ya no pude mas. Le di un cabezazo al niño y me tiré por la ventana. Menos mal que viven en un primero.

Ya no voy mas en reyes a casa de nadie.




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