Thursday, August 9, 2018

Canal nostalgia con Bruno Faradio. Hoy "Las guerras de los niños"

Hola amiguitos,


Hoy, en canal nostalgia, vamos a repasar otro hito de nuestra infancia. Las películas de parchís. Que básicamente eran, "La guerra de los niños" y sus secuelas. ¡Ay, cuánta nostalgia!








Parchís era un grupo musical formado por cuatro zagalones vestidos cada uno del color de una de las fichas del juego homónimo, y un quinto, ataviado de blanco, que se supone que era el dado. Por eso se llamaban parchís. Aunque en la sociedad de daltónicos de Sigüenza los conocían simplemente como los chavales cantarines. Una cosa muy típica de la época, esto de los grupos infantiles que, normalmente solían tener nombres claramente relacionados con  la infancia, como caramelos, regaliz o padre Abraham. Pero si uno triunfó sobre los demás, ese fue Parchís, con temazos como comando G, comando G, siempre alerta está, o pedalear, pedalear, pedalear, pedalear, pedalear, vamos todos. Que es considerada la madre del spinning González.




Hipnótica como ella sola. Vosotros ponedla una vez
y ya me diréis si no os pasáis la tarde cantándola...


Tal fue el éxito del grupo que pronto dieron el salto al cine con la guerra de los niños y sus secuelas, algunas que seguían la trama inicial, como la entrega de premonitorio título, "la segunda guerra de los niños" y otras que situaban al grupo en otros escenarios como, la magia de parchís o parchís entra en acción, si bien la aventura mas prometedora del grupo, "Parchís contra los siete vampiros de oro" nunca llegó a ver la luz, privándonos del que podía haber sido el crossover musical mas importante del siglo veinte ya que estaba previsto que el mismísimo Torrebruno interpretara al profesor Luis Miguel Van Helsing y se andaba detrás del dúo dinámico para encarnar a los hermanos Colmillín. Una puta locura, no cabe duda. Nunca disfrutaremos de esta joya.


La guerra de los ninios contaba la historia de un colegio regentado por un abuelete, interpretado por Manuel Alexandre, que es ese que hablaba alargando las sílabas finales de las frases, y que estaba en el film, básicamente para dar penita, ya que el pobre hombre, a pesar de su avanzada edad, (por decirlo suavemente, el nota había hecho la mili con el águila roja), se agarraba a su pasión por la docencia y en lugar de quedarse en casa tomando el cafelito y viendo Juan Imedio, el muy contumaz mantiene abierto el colegio. El problema es, que como la escuela está en un barrio canino y la gente maneja menos efectivo que el oso yogi, no hay ni un alumno que pague las cuotas y el hombre se ve con el cobrador del frac en la puerta y un maloso, interpretado por el gran Ricardo Merino, empujando pa quedarse con el terrenito con la idea de montar un       Y ahí es donde entra Parchís, que lejos de dejar el tema correr, deciden entrar en acción y apretarle las tuercas al malo, y a su minion, un tipo llamado Cipri, que a buen seguro tendrá su sitio en la gloria, amén a las barrabasadas que le hacen los roros, siendo como es, un mandao. Ayudados, por cierto, por un smartperro, de esos que se dan a veces en las películas, que saben hacer de todo y se coscan de to lo que los humanos largan por la boca. Además de un niño opíparo, apasionado del meneo de bigote, que tiene escondidos bocatas y cuencos de salmorejo por toda la casa, y al que, en un arranque de ingenio, apodan el flaco. Como nota curiosa cabe destacar que este personaje no era interpretado por ninguno de los miembros del grupo musical, sino por un chavalón anónimo que no siguió, sin embargo, y a pesar de robar todas las escenas en las que participaba, su carrera interpretativa, opositando, primero, al registro de la propiedad, para dedicarse años más tarde a la política.


Una pena que no se hubiera dedicado al cine, mejor.


Uno de los momentos grandes del film era cuando, con el fin de elegir jefe, los niños se retan a ver quién hace la hijoputada mas grande y consigue salir en los periódicos, que era donde veía uno antes las noticias, con la particularidad de que las fotos eran en blanco y negro y para verlas mas grandes, no podías estirarlas con los deos, sino que tenías que pegar el hocico y dejarte allí los ojos. Conque uno roba una grúa, otra suelta a los perros de una perrera, otro zanga una bicha del selwo y la mete en la ceteme, espantando a los viajeros, el flaco se come una pastelería enteriza y termina ganando el perro porque putea tanto a uno que está echando el cemento, que termina trincándole un bocao al chucho. Ganao se lo tenía.


Total, que a fuerza de hacer el zulú, los niños consiguen que el maloso se retire del tema, viendo que en una de estas los galopines lo dejan muñeco. Porque no os creáis que los niños se limitan a organizar protestas o hacerle escraches al menda, no. Que los muy hideperras manejan pirotecnia y tiran de cachiporra con una facilidad corleónica. Conque, lo mejor que podía hacer el nota.


Y básicamente esa es la película. La primera y la segunda. Y las demás. Porque las secuelas van exactamente de lo mismo. El viejo penitas arrastrando los pieses, el maloso queriendo quedarse con el colegio y los niños que ya, venidos arriba, hasta lo revolean por una ventana en lo que es, sin ningún lugar a dudas, el vuelo más espectacular de un humano en toda la historia del cine español, culminado, además, con un antológico chapuzón en la Cibeles. Una cosa mala.






unos angelitos, vamos


Ay, qué nostalgia, qué nostalgia.

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