Wednesday, August 28, 2013

"El resplandor" cierra el ciclo Rewind. ¿Ha envejecido bien?

Ayer terminaba la que ojalá sea solo la primera de muchas etapas del ciclo "Rewind" que traía cada martes y jueves a las pantallas de Cinesa, clásicos del cine en V.O. que nos ha regalado joyas como "Toro salvaje", "Con faldas y a lo loco", "Cazafantasmas" (gracias, gracias, gracias) o "Rocky", junto a otros títulos más cuestionables como "Karate Kid".  Y, como no podía terminar con cualquier cosa, lo hacía, nada más y nada menos, que con "El resplandor" de Stanley Kubrik, que tuvimos ocasión de disfrutar unos pocos, (casi media sala), ayer por la noche.

Yo creo que vi el resplandor con quince o dieciseis años. Como fan absoluto de Stephen King, en aquella época, había leído la novela con gran satisfacción, (nunca he pasado tanto miedo leyendo algo), y a la primera ocasión que tuve, le eché mano a la película. Naturalmente la decepción fue brutal. Y es que el film de Kubrik casi nada tiene que ver con el texto de King. De hecho, el propio escritor ha renegado muchas veces de la adaptación. La peli deja fuera los mejores, (y cuando digo los mejores, insisto en que son los mejores), pasajes de la novela. No explica hechos importantes para seguir la trama y retrata al personaje de Jack Torrance como una caldera a punto de explotar desde el minuto cero, cosa que al propio autor molestó especialmente, ya que no es sino en el hotel, y a raiz de la influencia de sus espectrales habitantes, que Jack pierde la cabeza. Vamos, que como adaptación era un desastre.

Sin embargo, hoy, 25 años despues de haberla visto por primera vez, y tras una media docena, mínimo, de visionados, tengo que decir que cada día me fascina más esta película.

Yo no soy de los que piensan que Kubrik era un genio incuestionable. Vivimos en un mundo donde, amparados en el afán de sentirse superiores intelectualmente que tienen algunos, llega cualquiera con una basura y es aplaudido hasta la extenuación. Y esta actitud hace que aquellos que gustan del riesgo y de lo alternativo, terminen perdiendo la perspectiva. Y al final se mezclan genialidades con idas de olla. Aún así, lo que Kubrik hace en esta película, (en esta en concreto), como ya he dicho antes, es, sencillamente, fascinante.

El resplandor aprovecha, por encima de la historia que cuenta, el escenario donde transcurre, y unos personajes muy simples, pero muy reconocibles. Gente prescindible, como tanta en el mundo. Un hombre frustrado, atrapado, primero en una vida que detesta, y luego, en un hotel aislado por la nieve, donde todos sus fantasmas dan la cara. Una mujer anulada, sin ilusión, que ve su identidad aplastada por su marido. Y un niño sin amigos que arrastra su maldición personal de ser testigo de cosas terribles, ya sean las miserias de sus padres, o los horrores del hotel, que otros no pueden ver, y que le obligan a encerrarse en sí mismo. Y luego está el hotel. El maldito hotel donde todo es silencio, menos los gritos, y los golpes. Donde el tiempo parece no transcurrir, salvo cuando todo se precipita... El horrror, simple y duro. Y con eso construye Kubrik esta pesadilla que va, paulatinamente, incomodando al espectador, fascinándolo con sus imágenes, su planos únicos, como esos paseos del niño en triciclo, esas niñas en el pasillo, (no por haberl visto estas imágenes tantas veces, deben perder su mérito), y ese descenso a la locura del protagonista para el que el director hace un uso magistral de la capacidad única de Jack Nicholson para interpretar este tipo de personajes. Especialmente inspirado está el actor en la escena en que confiesa al barman el accidente doméstico con su hijo o la de los ruegos a través de la puerta para que su mujer le abra. Jack, al que kubrik, sabedor de que podía sacar petróleo, dio casi total libertad, roza la sobreactuación casi toda la película sin llegar a estrellarse en ningún momento, lo que deja una interpretación apabullante y mítica.
Otro tanto ocurre con la pobre Shelley Duvall, a la que Kubrik torturó psicológicamente durante todo el rodaje manteniéndola siempre al límite de sus nervios, consiguiendo que en los pasajes finales sea un guiñapo que chilla y corretea con un cuchillo en las manos. Es difícil retratar mejor el pánico. Otro castigo psicólogico fue para los espectadores españoles escucharla doblada por Verónica Forqué... 

El tramo final del resplandor, visto hoy día, no da ya miedo, pues la capacidad del espectador para asustarse ha evolucionado con el tiempo, pero sigue siendo un ejemplo de cine impecable que ha dejado algunas de las escenas más inolvidables de la historia del cine. Y al fin y al cabo, no creo que a Kubrik le preocupara mucho eso de dar miedo...


Qué barrio mas malo...





1 comment:

  1. Esta es una pelicula que me hubiese gustado ser capaz de ver pero me ha sido siempre imposible.
    He visto algunas escenas sueltas, como la del niño cuando se encuentra a las niñas, la famosa escena que mencionas de la charlita a través de la puerta y la escena definitiva que es la que hace que siempre quite la pelicula en ese momento, la conversación del protagonista en el bar con un camarero que no existe, ahi es donde digo:"hasta aquí llego".
    Porras de miedo.

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