Friday, June 6, 2014

Trabajos de amor perdiditos del tó. capítulo 4 "Amor verdadero"

Lo de la maldición que le cayó a la princesa Marcelina, nunca estuvo demasiado claro. Porque había quien decía que era cosa de una malvada bruja del oeste que se había ofendido por el tema de que no la habían convidado al bautizo de la niña, viviendo al lado como vivía, y con la de veces que les había guardado paquetes a los reyes cuando no estaban y había pasado el de seur. Y enconada por este tema, se había plantado en el banquete jurándose de su madre y soltando todo tipo de improperios, hasta termi
nar por maldecir a la chiquilla de mala manera. Pero la verdad es que ninguno de los que estuvo en el bautizo fue jamás capaz de asegurar haber visto tal cosa, asegurando, siempre que alguien les preguntaba al respecto, que a ellos se lo habían contado. Otra teoría, apunta a que la niña, paseando un día por la ciénaga que todos los reinos tienen cerca del castillo, por mas que sea una cosa muy poco práctica, se cruzó con una vieja cargada hasta los corvejones de leña de primerísima calidad, que pensaba vender a diez centimazos el kilo, la cual, pidió a la princesa un sorbito de un coca cola que la chiquilla se iba tomando, y, tras negárselo esta, por el tema de que en aquella época había muchas cosas malas que uno no conoce, y que la vieja tenía el labio superior con dos dedos de algo espumoso y blanco, que daba mas asco que un revuelto de moscas con pelo de rata, le dejó de ir la anciana una maldición, que la dejó temblando. Claro que esta versión, tampoco tiene mucho peso, porque en la época en que transcurre esta historia, ni había coca cola, ni hubiera pagado nadie diez centimazos por un kilo de leña, ya pudiera ser de la calidad que fuera.

Y como aclararse, no parece que se vaya a aclarar mucho el tema, mejor resumir la cosa diciendo que la princesa Marcelina estaba maldita y una tarde de primavera, cuando estaba en su cuarto, leyendo el superpop, al leer la palabra Timberlake, entró en un trance chungo, echó la cabeza para atrás y se quedó roque el moñigo.

- Cariño. - dijo la reina en el salón mientras hacía punto. Real, claro. Nada de punto corriente.
- ¿Sí? - dijo el rey sin levantar la vista del Kingterviu, que estaba leyendo.
- creo que a la niña le ha caído la maldición.
- ¡No me fastidies!
- Te fastidio.
- ¿Y por qué piensas tal cosa?
- Porque la escucho roncar desde aquí, y es ese demasiado ronquido para una princesa delicada que estudia en colegio de pago.
- Sí que es mucho ronquido, sí.
- Te digo yo que parece Bud Spencer roncando dentro de un botijo.
- Pues vaya tela.
- Pues vaya tela.

Y de ahí ya no hubo quien los sacara.

Como la cosa iba para largo, decidieron los reyes, consultar con varios expertos, de los cuales, al menos, tres, eran farsantes. Pero como el resto no eran farsantes, pero sí que eran idiotas, nada pudieron arreglar.

- Yo le juntaría mermelada de ganso con ribetes de fresa húngara. - dijo uno de ellos.
- ¿Han probado a darle una torta en el rostro? - dijo otro.
- Hagan café. Mi madre siempre se despierta en cuanto empieza a oler café. Y tiene el sueño mas profundo que el garaje de una limusina.

Pero ninguna de esas cosas funcionó.

- Al final vamos a tener que tirar de lo clásico. - dijo el padre. - Un beso de amor verdadero. Eso es lo que le quitó a tu hermana la maldición.
- Mi hermana no estaba maldita, Paco. Te he dicho muchas veces que esa era su cara de verdad.
- No me fastidies.
- Te fastidio. Y el beso no fue de amor verdadero. ¿No te acuerdas que el marido se fugó a los dos meses con la criada y la cartilla del bbv?
 - Bueno, pues algo hay que probar.
- Pues probemos. Pero. ¿quién le va a dar el beso de amor verdadero? Si ni siquiera tenía novio.
- ¿Y el chavalón ese que estaba saliendo con ella?
- ¿Te refieres al cochero que la llevaba al colegio?
- Bueno, ¿salía con ella o no salía con ella?
- Por probar...

Y como tampoco tenían otra cosa, llamaron al cochero, que no se llamaba cochero, sino Alfonso, y lo sentaron en la sala de reuniones número cuatro. Que en realidad era la biblioteca.
- ¡Cuantos libros tienen ustedes aquí! - dijo Alfonso cuando aparecieron los reyes.
- Sí, muchos. A ver cochero, Tú conoces a nuestra hija, ¿no?
- ¿A la princesa? Sí, claro. ¿Se los ha leído todos?
- ¿El qué?
- Los libros.
- Sí, me los he leído todos. Habrás oído que está maldicionada.
- ¿En serio se los ha leído todos?
- ¿Qué? ¿Todavía estas con eso? Que sí, que me los he leído todos.
- ¿De qué va ese?
- ¿cual?
- Ese del lomo rojo.
- Hay doscientos con el lomo rojo.
- El que está justo en la esquina. Ese tan grande con los filos dorados.
- Ese va de un domador de caballos. Y de un dragón que aterrorizaba a un pueblo. ¿Te importa si seguimos con el tema que nos ha traído hasta aqui?
- Se lo ha inventado.
- ¡qué! ¡Cómo que me lo he inventado!
- No sé, es que ha sonado a eso.
- Oye, chaval, ¿eres consciente de con quién estás hablando? Soy el rey y el rey no miente.
- Y yo no digo que mienta, pero, la verdad, ha sonado a que se lo estaba inventando.
- No quiero seguir hablando del tema. Lo importante es que necesitamos tu ayuda para salvar a la princesa, y si nos la prestas, te recompensaremos apropiadamente.
- Si está en mi mano...
- Claro que sí, hombre. Mira, la princesa está sumida en un profundo sueño.
- Sí, lo sé. Se la escucha desde el camino.
- Cariño, la niña se queda maldita porque yo al impertinente este me lo cargo ahora mismo.
- Aguanta, Fernando, aguanta.
- En fin. Lo que queremos, cochero, es que le des un beso a la princesa a ver si se despierta.
- ¿Un beso?
- De amor verdadero.
- ¿De amor verdadero?
- ¿vas a repetir todo lo que diga?
- depende del impacto que tengan en mí sus palabras, la verdad.
- Bueno. Pues esa es la cosa. Creemos que con un beso de amor verdadero, se despertará la princesa.
- Ya... Y no digo yo que no. Pero, ¿mío? La verdad, la princesa y yo apenas nos conocemos.
- Pero tú la quieres, ¿no?
- Hombre... no la odio.
- ¡Es tu princesa!
- Ya, pero es que apenas he cruzado palabra con ella. Ademas, ni siquiera es mi tipo, si tengo que ser sincero.
- ¿Tu tipo? ¿Y cual se supone que es su tipo?
- No sé, morena, con algo mas de pechuga.
- Isabel, yo mato a este tipejo aquí y ahora.
- Mátalo, sí, anda, mátalo.
- ¡No! La beso, la beso.

Y como el cochero empezó a ver que la cosa pasaba de mantecosa a tomatosa, decidió ceder y besar a la princesa. conque subieron a sus aposentos, se inclinó sobre la cama y le dejó de ir un ósculo como un camión.

- La mano quietecita, que te estoy viendo. - dijo el rey desde su posición.
- hombre, si era por darle algo de calidez al asunto.
- Eah, pues ya le has dado calidez suficiente. Aparta.
- ¿Cúanto tiempo hay que esperar?
- No sé. Esperemos hasta mañana a ver qué pasa.
- Y... ¿le puedo hacer una pregunta, majestad?
- Claro, ¿por qué no?
- Si voy ahora mismo a la biblioteca y abro el libro ese rojo con los filos dorados, ¿Pondrá algo de un domador de caballos y un dragón?

Y ahí fue donde el cochero salió volando por las almenas de palacio.

Al día siguiente, al salir el sol, la princesa dejó de roncar. abrió los ojos, bebió un buche de agua y se cambió de postura. Luego siguió roncando igual que lo había estado haciendo.

- se ve que no era su amor verdadero. - dijo el rey.
- Que no iban en serio. - concluyó la madre. - un rollito.
- Sip.




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