Wednesday, January 28, 2015

Memorias de un hijo del levante. Capítulo 33 - "Aniversario"



Ayer me dijo el padrino que hace ya un año que estoy publicando estas memorias en su blog. Y yo me he dicho, “illo, no vea cómo pasa el tiempo, ompare”. Y luego me he quedao esperando a ver si me contestaba, pero que si quieres arroz, Catalina. Yo creo que tengo que quitarme de decirme cosas a mí mismo, porque nunca me contesto, y es como hablarle a una pared. Pero el tiempo, lo que es el tiempo, no veas como pasa de rápido. Que estás tú sentao en tu casa, tan tranquilo comiéndote unos aspitos, o un milhojas de Romero, o unos altramuces chochos, viendo en la tele “Qué tiempo tan feliz”, o “Nuestro cine” con Manolo Zarzo, y el cartero de crónicas de un pueblo, contando cómo eran las cosas cuando Alfredo Landa perseguía suecas por la playa, y cuando te vienes a dar cuenta, están ya los jugones esos pegando chillios, que no entiendo yo bien por qué tienen que chillá pa hablá de furgo. Y que si Cristiano ha dicho “siiiiiiii” como si fuera el Ambrosio llamando al rebaño, y que si Messi no ha pago la renta. Y venga de pelearse y venga de chillá. Y uno con cara de búho extremeño, venga de pasarse los deos por las patillas de las gafas, y de decir, “y si no, desmiéntemelo” y yo ahí, cojo y me acuesto, porque eso no vale un duro.

El caso es que como estaba contento por llevar un año publicando mis chalauras y que todavía no sus hayáis jartao de mí, me fui pa la palma real, compre una docena de canutillos de crema, y dos porciones de empanada de atún de la atuneira, y me fui pal sixties, pa celebrarlo con tos mis amigos. Pero como mis amigos son todos locos, solo vinieron los que están sueltos, que no son muchos. Rafaelito el kill machine, que na más entrar le dio un cabezazo a uno porque lo confundió con otro, y luego le dijo, “perdona, picha, no haberte parecío al otro”. Genaro, que es el que se tira por las ventanas, como te descuides. Patricia, que se arranca el pelo, pero que apareció con un gorro como el del oso Paddington, que según ella, le quita las ganas de arrancarse el pelo. Y Tenorio, que entró disfrazao por el tema de una pelea que tuvo una vez con un camarero del sixties, por un malentendido acerca de unos vasos que él pensaba que eran suyos, pero que en realidad eran del local. Aquello no hubiera llegao a mayores si no hubiera sido porque la gente, que se tiene que meter en todo, no hubiera intervenido. Al fin y al cabo era una cosa entre el dueño del local y Tenorio. Pero ya digo que la gente se tiene que meter en tó. – A mí que se lleve los vasos me da igual – decía una con bigote que daba muchos manotazos. – Pero que se espere primero a que nos los hayamos bebido, digo yo. – Las tonterías de la gente, que ya digo que de tó quieren opinar.

El caso es que Tenorio apareció disfrazo con unas gafas sin cristal, y un turbante hecho con una camiseta del Cádiz, y poniendo acento como de gallego anémico. Pero el nota de la barra se dio cuenta rápido y ligero.

-           -    Illo, otra vez tú por aquí. ¡Y vestío de Ben Kingsley!
-          - No sé de qué me habla caballero. Yo soy Yusuf Palumba de la casa Lannister de Fuengirola.
   Y del sopapo que le dejó de ir el camarero, le puso el turbante en la máquina del salysol.
-          - Violencia, no, hermano. Paz Padilla.
Y el segundo sopapo no le mandó la cabeza donde el turbante porque estuvo rápido de reflejos Tenorio, y le hizo un matrix que lo dejó muerto. Claro que tanto se echó patrás que terminó cayéndose de culo.
-          Illo, a mi amigo no le vuelve tú a poné la mano encima, porque te quito la vida. – dijo de repente Rafaelito el kill machine, que estaba en una esquina supertranquilo, papeándose un canutillo de crema. A mí me dio hasta miedo, porque el tío amenazaba pero en plan película de chinos, sin dejar de comer con toda la calma, como diciendo, “a mí no me alteras tú tan fácil, pero como desates mi bestia interior, visto de luto a media Algeciras”

-          - ¿Eso que me lo estás diciendo a mí? – dijo el camarero aun desconcertado por la maniobra evasiva de Tenorio.
-         -  Pobrecito. – continuó Rafaelito, limpiándose tranquilamente los morros con una servilleta de Frozen, que no sé de dónde había sacao. – Tan joven, y sordito.- Y luego se puso en pié de un salto y doblando la mano patrás, y estirando una pierna, en una clara pose de “Y mi kimono, kía” dijo – iiiiiiiaaaaaaaaaa – y luego salió corriendo y se tiró en plan tigre de malasia al pescuezo del camarero. Solo que en vez de caer sobre el pescuezo del camarero, cayó sobre una pareja que estaba allí tomándose un té en la leche, y un poleo menta, que los había escuchao yo de pedirlo. 

La que se lió a partir de ahí fue menua. Tenorio salió arrastrándose como los indios emboscando a John Wayne, y según he oído, llegó en esa postura, reptando entre los pieses de los viandantes, hasta la avenida fuerzas armadas. A Rafaelito le dieron poca, entre el camarero cabreao, y uno de podemos, que apareció allí repartiendo tortas bolivarianas. Y la Patri y yo, mientras tanto, comiendo canutillos de crema. Al final, se llevó la policía a Rafaelito, a nosotros nos echaron del sixties, y Genaro, como no tenía ninguna ventana por la que tirarse, aprovechó que pasaba un Renault laguna, y se tiró contra el morro. Pero no le hizo ni sangre.

No vea que aniversario más güeno, pasamos. El año que viene tenemos que repetir.

 Lo único que no sé es que habrá pasao con las empanadas atuneiras. ¿Se las habrá quedao el de podemos?


 Y poco ricos que estaban los canutillos. Ahora que al que se haya comío 
mis empanás, na mas que le deseo que las eche con gran dolor de su ano

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