Ayer me dijo el padrino que hace ya un año que estoy
publicando estas memorias en su blog. Y yo me he dicho, “illo, no vea cómo pasa
el tiempo, ompare”. Y luego me he quedao esperando a ver si me contestaba, pero
que si quieres arroz, Catalina. Yo creo que tengo que quitarme de decirme cosas
a mí mismo, porque nunca me contesto, y es como hablarle a una pared. Pero el
tiempo, lo que es el tiempo, no veas como pasa de rápido. Que estás tú sentao
en tu casa, tan tranquilo comiéndote unos aspitos, o un milhojas de Romero, o
unos altramuces chochos, viendo en la tele “Qué tiempo tan feliz”, o “Nuestro
cine” con Manolo Zarzo, y el cartero de crónicas de un pueblo, contando cómo eran
las cosas cuando Alfredo Landa perseguía suecas por la playa, y cuando te
vienes a dar cuenta, están ya los jugones esos pegando chillios, que no
entiendo yo bien por qué tienen que chillá pa hablá de furgo. Y que si
Cristiano ha dicho “siiiiiiii” como si fuera el Ambrosio llamando al rebaño, y
que si Messi no ha pago la renta. Y venga de pelearse y venga de chillá. Y uno
con cara de búho extremeño, venga de pasarse los deos por las patillas de las
gafas, y de decir, “y si no, desmiéntemelo” y yo ahí, cojo y me acuesto, porque
eso no vale un duro.
El caso es que como estaba contento por llevar un año
publicando mis chalauras y que todavía no sus hayáis jartao de mí, me fui pa la
palma real, compre una docena de canutillos de crema, y dos porciones de empanada
de atún de la atuneira, y me fui pal sixties, pa celebrarlo con tos mis amigos.
Pero como mis amigos son todos locos, solo vinieron los que están sueltos, que
no son muchos. Rafaelito el kill machine, que na más entrar le dio un cabezazo
a uno porque lo confundió con otro, y luego le dijo, “perdona, picha, no
haberte parecío al otro”. Genaro, que es el que se tira por las ventanas, como
te descuides. Patricia, que se arranca el pelo, pero que apareció con un gorro
como el del oso Paddington, que según ella, le quita las ganas de arrancarse el
pelo. Y Tenorio, que entró disfrazao por el tema de una pelea que tuvo una vez
con un camarero del sixties, por un malentendido acerca de unos vasos que él
pensaba que eran suyos, pero que en realidad eran del local. Aquello no hubiera
llegao a mayores si no hubiera sido porque la gente, que se tiene que meter en
todo, no hubiera intervenido. Al fin y al cabo era una cosa entre el dueño del
local y Tenorio. Pero ya digo que la gente se tiene que meter en tó. – A mí que
se lleve los vasos me da igual – decía una con bigote que daba muchos
manotazos. – Pero que se espere primero a que nos los hayamos bebido, digo yo.
– Las tonterías de la gente, que ya digo que de tó quieren opinar.
El caso es que Tenorio apareció disfrazo con unas gafas sin
cristal, y un turbante hecho con una camiseta del Cádiz, y poniendo acento como
de gallego anémico. Pero el nota de la barra se dio cuenta rápido y ligero.
- -
Illo, otra vez tú por aquí. ¡Y vestío de Ben
Kingsley!
-
- No sé de qué me habla caballero. Yo soy Yusuf
Palumba de la casa Lannister de Fuengirola.
Y del sopapo que le dejó de ir el camarero, le puso el
turbante en la máquina del salysol.
- - Violencia, no, hermano. Paz Padilla.
Y el segundo sopapo no le mandó la cabeza donde el turbante
porque estuvo rápido de reflejos Tenorio, y le hizo un matrix que lo dejó
muerto. Claro que tanto se echó patrás que terminó cayéndose de culo.
-
Illo, a mi amigo no le vuelve tú a poné la mano
encima, porque te quito la vida. – dijo de repente Rafaelito el kill machine,
que estaba en una esquina supertranquilo, papeándose un canutillo de crema. A
mí me dio hasta miedo, porque el tío amenazaba pero en plan película de chinos,
sin dejar de comer con toda la calma, como diciendo, “a mí no me alteras tú tan
fácil, pero como desates mi bestia interior, visto de luto a media Algeciras”
-
- ¿Eso que me lo estás diciendo a mí? – dijo el
camarero aun desconcertado por la maniobra evasiva de Tenorio.
- -
Pobrecito. – continuó Rafaelito, limpiándose tranquilamente
los morros con una servilleta de Frozen, que no sé de dónde había sacao. – Tan joven,
y sordito.- Y luego se puso en pié de un salto y doblando la mano patrás,
y estirando una pierna, en una clara pose de “Y mi kimono, kía” dijo –
iiiiiiiaaaaaaaaaa – y luego salió corriendo y se tiró en plan tigre de malasia al
pescuezo del camarero. Solo que en vez de caer sobre el pescuezo del camarero,
cayó sobre una pareja que estaba allí tomándose un té en la leche, y un poleo
menta, que los había escuchao yo de pedirlo.
La que se lió a partir de ahí fue menua. Tenorio salió
arrastrándose como los indios emboscando a John Wayne, y según he oído, llegó
en esa postura, reptando entre los pieses de los viandantes, hasta la avenida
fuerzas armadas. A Rafaelito le dieron poca, entre el camarero cabreao, y uno
de podemos, que apareció allí repartiendo tortas bolivarianas. Y la Patri y yo,
mientras tanto, comiendo canutillos de crema. Al final, se llevó la policía a
Rafaelito, a nosotros nos echaron del sixties, y Genaro, como no tenía ninguna
ventana por la que tirarse, aprovechó que pasaba un Renault laguna, y se tiró
contra el morro. Pero no le hizo ni sangre.
No vea que aniversario más güeno, pasamos. El año que viene
tenemos que repetir.
Lo único que no sé es
que habrá pasao con las empanadas atuneiras. ¿Se las habrá quedao el de
podemos?
Y poco ricos que estaban los canutillos. Ahora que al que se haya comío
mis empanás, na mas que le deseo que las eche con gran dolor de su ano
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