Friday, January 30, 2015

Memorias de un hijo del levante. Capítulo 34 "Frío"



Illo, no vea el frío que hace. Yo no lo veo normal. Porque otros años ha hecho frío, pero esto es pasarse. Y sin consultarlo ni ná. Ahí va el frío. Aguantarlo como podáis. Y eso que todavía no ha entrao el coleta, que cuando entre, prepararse. Qué poca vergüenza, ompare.

A mí, que haga algo de frío, me da igual, porque tengo un chubasquero del ejército de danzas y coros rusos, que pone cccp, que según me han dicho son las comisiones obreras moscovitas, o algo de eso, que da más calor, que Vodafone vendiéndote una tarifa plana. Pero el problema es  que solo me lo puedo poner pal rato de salir a la calle, porque como lo lleve puesto en casa, se me olvida que lo llevo, y al pasar por delante del espejo del pasillo, como tiene una capucha así, con pelito, me creo que se me ha colao en casa un morador de las nieves de esos que se querían hirvanar a Luke el del sofá de escai Walker, y me pego un susto de categoría. La semana pasá, sin ir más lejos, salí corriendo de casa al grito, de “el yeti, el yeti”, y como yo pa huir, soy más bien desordenado, puse el pié izquierdo, donde tenía que poner el derecho y llegué rodando al portal. Y me dice mi vecino Amaro, que estaba mirando a ver si le habían echao algo al buzón, “¿Dónde va?”, como si fuera lo más normal del mundo ir rodando a los sitios. “¿Qué te cree que soy un critter?” La gente está fatá de la cabeza. Porque es que el tío, encima, venía de pasear a los perros. Que tiene dos. Y cagan como si no hubiera un mañana. Os digo yo que los perros de amaro, tienen en el culo una manga pastelera. Y luego él, recoge lo que echan con una bolsita. Que siempre le digo yo cuando lo veo, ¿Qué hace, colección, chiquillo? Junta mejor dedales de porcelana del planeta de Agostini, cojone. Y él se ríe, como si estuviera yo haciendo un chiste. Bueno, pos ahí estaba el nota, paseando a los perros, con el frío que hacía. ¿A los perros vas a pasear con el frío que hace? Pasea, mejor a los pingüinos de Madagascar, cojone. Vaya tela.

Bueno. Pues como hace mucho frío, y el cacharro ese que echa calor, que está colgando en la pared de lo alto de donde tengo puesta la tele, se ha estropeao y el tío que lo arregla no quiere venir a arreglarlo por un tema religioso, (no sé qué de una ostia que dice que le di la última vez que vino, como si yo fuera el cura Don Camilo), po no lo puedo poné y ahí lo tengo muerto de risa. Y si lo pongo, mejón de echar calor, lo que echa es más frío. Y ya se me pone el comedor, que parece la tundra siberiana. Que una noche me levanté a meá, y me encontré en el pasillo a tres caminantes de esos de juego de tronos. Conque me decidí a calentarme a la antigua usanza. Con lo que me subí en el ascensor un bidón vacío que me tenían poco vigilao en una obra, y lo llené de palos, de restos de caja de la frutería Marcela, de trapos viejos empapaos en aceite de girasol, (porque el de oliva está mu caro, de papeles que tenía repartíos por los cajones, de esos de los de “un día de estos los tengo que tirá”, pero que los eché al bidón y me ahorré tirarlos, y le pegué candela al invento como si estuviera en las navidades de canal sur, nuestra navidad. Y cuando me vine a dar cuenta, había cogío eso un cuerpo que parecía la nit del foc. Y venga a llenarse la casa de humo, y venga a llenarse la casa de humo. Y yo, tosiendo como si se me hubiera ido el licor 43 por otro lao. Hasta que termino privándome y meto un costalazo en el suelo, al estilo Juan Carlos en Botswana, pero sin pedir luego perdón ni nada de eso. Al principio no lo pasé mu malamente porque estaba privao, y soñé que estaba viendo un partido de tenis en Wimbledon, entre el payaso Krusty y una de las hermanas Hurtado. Pero cuando me desperté, me entraron las siete cosas, por decir las ocho. Asfixiaito, que me vi. Como pude, me arrastré hasta la puerta de la calle, la abrí y empecé a llamar a Amaro.

-          Amaro, Amaro – decía yo, ya que como anteriormente he indicado, era a Amaro al que llamaba.
-          Amaro, Amaro. 

Y entonces él salió al pasillo, diciendo, “¿Qué pasa, qué pasa?” como queriendo decir, “¿Qué acontecimientos están teniendo lugar?

Y yo, - Amaro, Amaro.
Y él, - ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
Y Yo, - Mándame a alguno de tus perrillos, pa que me rescaten del humo, arrastrándome con el hocico. – Porque yo eso lo he visto de hacer en muchas películas, y la verdad, me hacía ilusión vivirlo.

Pero Amaro es poco enrollado, y decidió ignorar mi sugerencia, sacándome el mismo de la casa. Pero con las manos. No con el hocico, ni ná. Luego le echó un cubo de agua a mi bidón de canal sur. Y me llevaron al Punta Europa pa que me pusieran una máscara de esas de piloto, que echan oxígeno.

-          Aquí no hace tanto frío. – le dije al sanitario.
-          La que has liao, pollito. – me dijo él. Y luego me dio con un bolígrafo que tenía en la mano, un toquecito en la frente, que ni vino a cuento ni ná.

El coraje que me dio, oye.  


Navidaaaaa, navidaaaa en canal suuuu, navidaaaa, 
navidaaaa en canal suuuu, nuestra navidaaaaaaa

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