Ahora que han pasado los óscars, y el experimento ese (Boyhood) de rodar a
un grupo de actores durante doce años, para ver como los niños se hacían
mayores, y los mayores, viejos, se ha dado la costalada que en mi opinión,
merecía, me arrepiento de no haber dicho antes, precisamente eso. Que en mi
opinión, merecía irse a casa con el único premio que se ha llevado. El de la
excelente Patricia Arquette. Y me arrepiento porque ahora, y tras meses y meses
de piropos, halagos y vítores hacia la película de Richard Linklater, por parte
de todo quisqui, no van a faltar los que digan eso de que tampoco era tan
buena, y que a ellos les gustaba más Birdman. Vamos que ahora puede parecer que
me apunto al carro de la novedad… Torpe que he estado. Pero bueno. A mí, desde
luego, me gustaba mucho más Birdman. Y muchísimo, pero que muchísimo más,
Whiplash. Porque la verdad, a mí, la supuesta reflexión sobre el paso del
tiempo, apoyada en lo grande que se están poniendo los niños, lo difícil que es
la vida, y lo diferente que ve uno las cosas cuando tiene ocho años, y cuando
tiene dieciséis, (y ya no te digo cuando tienes cuarenta), me suena a ya
contado, y lo que es peor, me aburre.
Otra cosa es la peli de Iñárritu. Yo ya dije en su momento, que me sobraba
el tema del pajarraco, pero como retrato del ego del artista, la frustración de
la estrella que se apaga, el encasillamiento, la estupidez disfrazada de genio,
y todas esas otras cosas que es Birdman, me entusiasma. Está bien rodada, bien
construida. Los actores están enormes, y los diálogos son estupendos. Una buena
película, ya digo. Por eso me alegro de que haya ganado en los óscars por
encima de la cosa esa del niño que crece. Y me alegro también de los otros
cuatro premios conseguidos por esa obra de arte que es El gran hotel Budapest,
y que, en mi opinión, reconocen, por fin, el mérito del maravilloso universo de
Wes Anderson.
También me alegro, como no podía ser de otra forma, del óscar de Julianne
Moore. Una de las mejores actrices de nuestro tiempo, con burradas de
interpretaciones, como las de “El fin del romance” o “Magnolia”, por citar un
par de ellas, y que, como suele ocurrir en estos casos, (que se lo digan a
Pacino), termina ganándolo por la peli más tonta. No es que la mujer no esté
bien como enferma de Alzheimer precoz, pero es que a la peli, solo la separa de
un estrenos TV, su presencia y la de Alec Baldwin. Vamos que no es lo mismo
ganar por fin tu oscar por algo así, que ganarlo por hacer de Hannibal Lécter,
digo yo. Pero como lo importante, al final, es poder decir eso de “La ganadora
del oscar…”, pues bienvenido sea.
Otro incontestable es el de J.K.Simmons, como secundario por Whiplash. Ya
he dicho tantas cosas de esta peli y de esta interpretación, que no sé si puedo
añadir algo más sin repetirme. Por lo que, subrayemos eso de incontestable. Y
dejémoslo ahí.
Un pequeño repaso rápido a los óscar técnicos y un comentario sobre las
pelis de animación, antes de pasar a la que para mí ha sido la gran decepción
de este año.
Esta ha sido la primera edición, desde que pueden ser hasta nueve las
nominadas a mejor película, en la que todas han ganado, al menos, un premio.
Cuatro Birdman y El gran hotel Budapest, tres Whiplash, y uno cada una de las
otras. El de Patricia Arquette para Boyhood, el de canción, para contentar a
los que acusaban de acto racista no haber cubierto de premios a Selma, el de
guión adaptado para The imitation game, (con el autor confesando en el discurso
que de joven había intentado suicidarse, y es que lo que no se vea y se escuche
en los oscars, no se escucha en ningún otro lado), el de la decepción que ya he
mencionado, para la teoría del todo, y el de sonido para el francotirador, que
no sé si da en el blanco, pero escuchársele, se ve que se le escucha de cine. Y
eso que los francotiradores, en teoría, deberían ser silenciosos, ¿no?
A mí me parecen de justicia, la verdad. El maquillaje, dirección artística,
vestuario y banda sonora del gran hotel Budapest, son soberbios. Los mejores
del año. Y el montaje y efectos sonoros de Whiplash, incontestables. La única
que se llevó algo sin estar nominada al premio gordo, (y que bien podría
haberlo estado), fue Interstellar, que se agarró a la obviedad de que los suyos
eran los mejores efectos especiales del año. Y tanto.
Lo del tema de la animación ya era más cuestión de gustos que otra cosa. Este
año no ha habido ninguna película realmente excepcional, y eso no ayuda a la
sensación que empieza a invadir de si es realmente necesario un premio
exclusivo para este género. ¿Acaso cuando una película de animación, como
ocurriera con Up o Toy Story 3, ha sido realmente buena, no ha estado nominada
junto con las de imagen real para mejor película? ¿Y qué pasa en años como
estos en los que no hay ninguna Ratatouille, ningún Wall-e? Al final termina
ganando uno que pasaba por allí. En este caso, Big Hero 6, una película que, si
es por méritos, no habría ni olido los oscars de este año. Pero como había que
nominar cinco, y, eventualmente, dárselo a alguna…
Y una vez hechos estos comentarios, solo nos queda la gran decepción. El
lamentable robo a Michael Keaton…
Yo entiendo lo vistoso que es eso de hacer de discapacitado a la hora de
aspirar a un premio. Desde siempre, los acentos, los postizos, el aumento o la
pérdida salvaje de peso, y, sobre todo, la discapacidad, han sido las bazas más
importantes a la hora de ganarse puntos con los votantes. Y no es que
menosprecie ese tipo de trabajos. También es interpretación, obviamente, y hay
que saber hacerlo. Hay que saber emocionar, sin caer en el ridículo, y con el
máximo respeto a la figura que uno está representando. Y no voy a negar que
Eddie Redmayne, excelente actor sin duda, consigue hacerlo perfecto en su
encarnación de Stephen Hawkings por la que ha ganado un oscar. El problema es
que para mí, lo que hace Michael Keaton en Birdman, es tan notoria y brutalmente
mejor, que solo puedo ver como un insulto que no sea su casa la que albergue
ahora el premio de la academia en lugar de la de Redmayne.
La de Keaton es de esas actuaciones que marcan, de verdad, la diferencia
entre un buen actor y un gran actor. Igual que ocurre con J.K.Simmons, que sí
ha ganado el suyo. Igual que ocurre con el grandísimo Edward Norton, nominado
también por Birdman. Es ponerse a pelo, ante la cámara y crear, transmitir,
contar… No es, y perdón porque ahora sí que voy a faltar un poco al respeto al
trabajo de Redmayne, estudiar gestos, poses, miradas, clavarlas, y sostenerlas
durante un mes o dos de rodaje. NO hay creación alguna en imitar a la
perfección a alguien. Es un trabajo meritorio, por supuesto, y digno de
aplauso, cuando se hace bien. Pero no puede ganar, de ninguna, manera, a una
creación auténtica, llena de fuerza. A dar vida, de verdad, a un personaje. No
puedo, y lo siento si estoy siendo injusto, entender que año tras año, gente
que hace trabajos magníficos como Jake Gyllenhaal en nightcrawler, Miles Teller
en whiplash o Michael keaton en Birdman, tengan que ceder su asiento al que se
pone un postizo, imita una voz, o se arrastra por la pantalla.
Insisto. Lo siento, pero a Michael Keaton, le han robado en los oscars. El
arte, pierde una vez más.
Para terminar decir que tenía la convicción, y así lo he defendido durante
muchos años que Neil Patrick Harris, era el presentador perfecto para la gala.
Lo había hecho tan bien en otras entregas de premios, como los Emmy o los Tony,
que era lógico pensar que con los oscars se saldría. Bueno. Pies estaba
equivocado. Aburrido, poco imaginativo, desganado… de las peores galas que
recuerdo. Muy mal. Y mira que los siento, ¿eh? Cuanto echo de menos a Billy…
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