Cada vez tengo más claro que vivimos en uno de los países
con más tonterías por metro cuadrado de los que existen en el mundo. Y ya no es
solo porque nos dejemos llevar por la corriente, que nos dejamos. Ni porque
tengamos el lamentable gusto que tenemos en casi todo, que lo tenemos. Es que
no sabemos tener término medio para nada. Hemos pasado de arriarle un galletón
con la mano abierta al niño en la cara, con resultado de labio roto, y lección
mal aprendida, a no poder casi ni regañarle cuando el hijoputa, ignorando las
doscientas veces que le hemos dicho que no juegue a la pelota en el salón, nos
echa abajo el mueble bar de un trallazo, y en lugar de salir corriendo a
esconderse, nos hace encima, el juuuu, ese de Ronaldo, en las narices. Lo que
yo digo. Un término medio, leche.
Otra de las tonterías, bajo mi punto de vista, más
sangrantes que tenemos en este, nuestro país, es el obstinado empeño en
confundir orgullo patrio con franquismo. ¿Qué tiene que ver una cosa con otra?
¿Qué mierda tiene que ver que yo ponga la bandera de España en el balcón de mi
casa, con un tío que se murió hace cuarenta años? ¿Es normal que sea preferible
llevar una bandera americana o británica, cosida a la espalda de una chaqueta,
porque si la que llevas es la nuestra, eres poco menos que Blas Piñar versión
5.0? Yo nunca he sido de llevar banderas, ni de ponerme de pie cuando suena el
himno. A mí me gusta ser español, y me siento orgulloso de serlo. Y eso no
tiene nada que ver con Franco ni con ningún otro hijo de puta parecido. Tiene
que ver con Cervantes, con Juan Ramón Jimenez, con el grandioso Velazquez,
Miguel Mihura, Lope, Calderón, con Rafa Nadal, con Iniesta, con Agustina de
Aragón, el niño de Linares, con mi padre, con mi madre, con la gente buena de
verdad con la que me cruzo, me he cruzado y me cruzaré en la vida, y con todos
y cada uno de esos Quijotes y Alatristes, que han hecho tan grande nuestra
tierra. Y por eso me toca tantísimo los
cojones que venga un imbécil de mierda, porque no tiene otro nombre a silbar el
himno de mi tierra, solo porque no la siente, como la siento yo. Solo porque a
él no le gusta ser español, como me gusta a mí.
Y ni falta que hace, dicho sea de paso. Porque a mí, que España limite
al norte con Francia, o lo haga con Cataluña, me importa lo mismo que quien
gane supervivientes, no sé mi explico. Que si os queréis separar, os separéis,
y punto. Tal día hará un año.
Ahora bien. Si tan claro tenéis que no queréis ser
españoles, hasta el punto de despreciar algo tan nuestro, como es nuestro
himno, ¿por qué cojones jugáis la copa del rey? ¿Por qué no renunciáis a
jugarla? Y si la jugáis por motivos económicos o deportivos, ¿por qué no hacéis
lo mismo que cuando jugáis en Alemania, o en Wisconsin? Es decir, respetar la
casa a la que habéis sido invitados, a vuestros anfitriones, y su identidad. Y
quedaros calladitos mientras suena el himno. Que tampoco cuesta tanto. Porque
el que vosotros no queráis ser españoles no debería implicar, que el resto
tengamos que dejar de serlo también, perdiendo cualquier seña de identidad al
respecto, como pueda ser el himno, la bandera, o nuestro idioma, al que tenemos
que llamar castellano, en lugar de español, solo para que algunos soplagaitas
no se ofendan.
Otra cosa es que me digáis eso de que sois republicanos y
que al rey no lo podéis ni ver porque es un vago que vive de nuestros
impuestos. Eso lo puedo entender. Pero entonces os digo yo. ¿Por qué no hacéis
las cosas bien? ¿Por qué no votáis por una opción política que persiga ese
cambio, y lucháis porque el día de mañana, España sea una república? En lugar
de atacar los símbolos que, no solo representan a Felipe, también me
representan a mí. Y a la tierra que me vio nacer, y en la que están enterradas
los míos. Yo os diré por qué. Porque los energúmenos que van a pitar a nuestro
himno el sábado en la final de la copa del rey, no lo hacen por convicciones
políticas. Lo hacen por puro odio. Odio inoculado en sus venas a través de años
de manipulación y lavado de cerebro, por gentuza que busca medrar en medio del
conflicto. Y eso es lo que me revienta. La falta de respeto. A ver qué pasa si
mañana me voy yo a Cataluña, y cuando esté sonando su himno, me pongo a
abuchearlo. No quiero ni pensarlo.
Por eso, y porque participar en un torneo, y alzar un
trofeo, que ofrece un país que desprecias, me parece una hipocresía, y un poco vergüenza,
es por lo que a mí SÍ me gustaría que en caso de que se pite a mi himno, se
suspenda el partido, y se vuelva a jugar la final, con los otros dos
semifinalistas.
Esa es mi opinión. Y si queréis, la silbáis también.
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