Tuesday, March 27, 2018

Memorias de un hijo del Levante. Capítulo 51 "Salto"


El otro día tuve un ataque de nostalgia de esos que me dan a mí de vez en cuando y que, la verdad por delante, suelen terminar con mi masa corpórea claramente castigada. Pero es que yo con el tema de la nostalgia me ciego. Por el tema de que me trae recuerdos del ayer. Y como el ayer siempre es mejor que el mañana, porque el mañana no se conoce, y más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, pues está claro que el ayer es mejor. No sé si me explico. Pero lo que importa aquí en este tema es que el otro día me dio un ataque de nostalgia del ayer 

Todo fue porque mi vecino Amaro me había preguntado si iba a ir a ver la burriquita, y yo le dije “aro, aro” porque el tema de entrar en conversación con los vecinos me desagrada del verbo disgustar, porque si le dices, “¿Eso qué es lo que es?” corres el riesgo sanguíneo de que te lo explique, y yo normalmente a los dos segundos de estar alguien explicándome algo, suelo perder el interés y me pongo en modo avión, y claro, al final no me entero de lo que me están diciendo y para no quedar mal, (que sé que tengo fama de raro en el piso, y aunque injusta, no quiero fomentarla aún mas), cuando me preguntan, ¿qué te parece?, yo siempre digo, “aro, aro” y un día por culpa de eso me apuntaron a un torneo de llevar huevos con una cuchara en la boca, que cuando dijeron “¡ahora!” y salió todo el mundo corriendo con la cuchara en la boca y el huevo bailando la lambada, me puse nervioso, revoleé el huevo y me puse a darle cucharazos a uno con bigote que estaba allí con un silbato y cuando me tranquilicé ya estaba en el cuartelillo de los municipales. Pero la verdad, verdad, es que no tenía ni idea de lo que era la burriquita. Y aunque en principio, saberlo o no, me importaba un pedo de violinista, lo cierto es que por esas cosas raras que tiene la vida, me entró un insomnio desvelado de esos de dar vueltas en la cama, porque no podía dejar de pensar en si eso de la burriquita no era de comer y de beber, y yo otra cosa no, pero si dan comida y bebida gratis, como cuando juega el Jerez en Algeciras y hacen una paella en el parking del mirador, me gusta sobremanera, conque el domingo, que era el día de la burriquita, me puse la sudadera verdosa oscura, que es la que mejor disimula las manchas, porque ya tiene seis o siete de veces anteriores y así las nuevas se camuflan fácil, y me eché a la calle en busca del asunto. Pero como no tenía ni idea, a uno que pasaba con una barra de pan debajo del brazo, le dije “burriquita” y él me miró como diciendo, “en cuanto llegue le junto manteca a esto y me papeo media barra” y siguió camino sin contestar. Claro que cuando pasó por mi lao, le sacudí yo un pellizco a la barra que lo estaba pidiendo a gritos. O te crees tú que es normal llevar una barra pan y no pegarle un pellizco antes de llegar a tu casa. 

Y al cruzar una esquina, me veo un menda vestido de fosforito, agachao a media altura y las manos posadas en la pared, balanceándose palante y patrás. Como si le hubiera dao un mareo y estuviera buscando donde colocar el galipajo. Y como veía que no se mutaba el menda, me acerco a decirle “burriquita” y entonces me di cuenta de lo que estaba pasando. ¡¡¡¡El nota estaba jugando a salto pared!!!!! No vea el ataque de nostalgia que me dio al verlo, con la de veces que he jugao yo al salto pared con los demás locos. Que un día uno aprovechó la coyuntura, se puso de pie en la chepa de los demás, y saltó la muralla del manicomio en busca de la ansiada libertad. Aunque lo que consiguió fue la ansiada escayola, porque pegó un guarrazo en el otro lado que estuvo un mes y medio en el Punta Europa. Y lo peor de todo es que esta criaturita estaba jugando solo, con lo que el juego no era el mismo ni de coña, porque tú te puedes poner contra la pared, pero si no te salta uno en la chepa, no hay salto, solo pared, con lo que ya no se puede llamar el juego salto pared. Y pierde la gracia y el sentido. Como lo perdió el que saltó por la muralla pa fuera. Y entonces grité “ ¡No jugarás solo, rapaz!” que es una palabra que siempre he querido usar desde que la escuché en una obra de teatro. Y salí corriendo al grito de “burriquiiiiiiiitaaaaaaaa” y salté a todo lo que pude sobre la chepa del menda. Bueno, pues rodamos los dos por el suelo como los troncos que tiraba Espartaco montaña abajo prendíos de candela pa achicharrar a los romanos. Y el menda no os quiero decir cómo se puso porque había perdido. Porque si me hubiera caído yo un zarpajazo por mi cuenta, gana él, pero como fue él el que cedió, gané yo. Y no he visto yo un perder más malo desde que Mike tazón le trincó el bocao en la oreja a lavander Hollywood porque le iba ganando al boxeo, y claro, entre eso, y que se ve que el menda era un nostálgico igual que yo, y vio la posibilidad de hacer un maratón de juegos del ayer, comenzó a perseguirme calle abajo en un claro intento de empezar una partida de tú la llevas. O como lo llamábamos en el saladillo, escogé. Y así estuvimos un rato hasta que me cansé y me dije, ya está bien, que el tortoise este no me pilla, vamos a pasar a otro juego. Y me paré en seco, agachándome y diciendo “A la una mi mula”, y ahí fue donde el mendo me llevó por delante, dejando el suelo pa que viniera Juanito Valderrama a hacerse un relicario con lo que el tío echó por la boca. Y como ahí me di cuenta de que el menda tenía un perder, ya no malo, sino terrible, le dije, “te quedas por zapatero” y me fui silbando la musiquilla de los fruitis. 

Y lo que son las cosas del destino, me cruzo con una señora opípara que iba tirando de una niña con coletas, y diciendo, “chiquilla, ¿quiere andá?” aunque era evidente que no quería, y le digo “Burriquita”, y me dice, “Ahí a la vuelta” y cuando cruzo la esquina, me veo pasar una procesión con Jesus el cristo vestido de ibicenco y una burra.  Y ahí fue donde me di cuenta que la burriquita era lo mismo que borriquita, pero con u. y como yo ya había visto la borriquita antes y no daban ni de comer ni de beber, me fui pa mi casa. Esperé a Amaro en la escalera y cuando llegó vestío de boda con la mujer, le dije “otro día dilo con o” y me metí pa mi casa acordándome de la barra de pan.


 Cuando nos dimos cuenta, ya iba pa fuera. El muy fugitivo. 
La pulga de Tijuana, parecía. 

No comments:

Post a Comment