Tuesday, September 3, 2019

Manolo Santander, el arte de morir matando.



Es difícil hablar de la pérdida de Manolo Santander, sin acordarse de que no hace ni seis meses, nos dejaba, también demasiado pronto, otro grande del Carnaval. Una de esas bromas, crueles y absurdas, con las que la vida, haciendo gala de ese extraño y perverso sentido del humor que tiene, nos castiga, de vez en cuando. Una auténtica desgracia, en todos los sentidos.


Manolo, chirigotero clásico donde los haya, y defensor a ultranza de un estilo y formas, que cada vez más, parecen adquirir un injusto color verde perro, guardaba con Juan Carlos pocas cosas en común, si atendemos al estilo de sus repertorios. Pero sí que compartían alguna, muy poderosa. Esa apuesta por la identidad propia, esa eterna pelea con el concurso, y un amor por el arte del bombo y la caja, inasequible al desaliento. Con la salvedad de que, mientras a Juan Carlos, su hermosa poesía afilada, le proporcionó un lugar de privilegio, en el olimpo de la comparsa, Santander, se atrincheró en el "Álamo" del tres por cuatro, con la sana y admirable intención de morir matando. Cosa que literalmente hizo este año, cuando antes de irse, se quitó una espinita, al mando de la lapa negra. Merecido, además. Digan lo que digan.


Manolo llevaba las músicas de pasodoble más bonitas que un servidor haya escuchado nunca. Y solía ir al Falla con los deberes bien hechos. Sonando a gloria. Y aunque sus éxitos y sus fracasos, en honor a la verdad, estaban más cerca de firmar tablas, que otra cosa, deja un puñado de coplas inolvidables, más allá del amarillo, por el que ya era eterno, incluso antes de irse. Coplas que bien valdrán para explicar, al que no sepa, cómo suena el carnaval de toda la vida. Como el extraordinario pasodoble, escrito con las entrañas, en que confesaba tener "una cosita" o mi favorito, en el que explica a la perfección lo que es sentirse un extraño en tu propia casa. (ver video) Dos pasodobles que, con el chele vara viendo el partido desde la grada, valían de sobra, un primero.


Como homenaje, por encima del himno que, con toda justicia, habrá sonado hoy, por todas partes, quiero compartir este video, que retrata, para mi gusto, la grandeza de Manolo, y de esta bendita fiesta. En un local de ensayo, vestidos todavía de verano, y entre botellines, el autor, comparte por primera vez con su grupo el pasodoble que llevará este año. No dejéis de observar la cara de los miembros del grupo, sabedores de que el genio lo ha vuelto a hacer, y que este año van a llevar un pasodoble de categoría. Uno de ellos asegura tener los vellos de punta. Y así es como a mí me gusta recordar a Manolo. Como el genio de andar por casa, que, cuando estaba inspirado, le ponía a Cádiz los vellos de punta.








  

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