Antes de que este programa llegara a la parrilla, ya había pasado y con mucho éxito "Master Chef" con casi la misma fórmula. Y digo casi, porque los de "Master" eran aficionados que querían ser y los de "Top", son profesionales que quieren ser más. Pero en el fondo son lo mismo, un monton de gente cocinando y unos cuantos probando los platos y echando a la calle al que se le ha ido la mano con el pimentón. Nada interesante, en mi opinión, pero si a la gente le gusta, no hay discusión posible, ¿no?
Pero Top Chef, ya olía a distinto desde antes de empezar. Primero por la inclusión de una de las más recientes estrellas de A3 Media, Alberto Chicote, como Jurado y conductor, (el tío te puede gustar o no, pero es indiscutiblemente, un gran comunicador), y segundo por la cuidada elección de los concursantes, de entre los que es un poco difícil sacar a alguien con un egor menor que el plató en el que se mueven, lo que, en este tipo de concursos, siempre da bastante juego.
De esta forma, semana tras semana, por encima de ver lo que cocina uno u otro, que puede ser mas o menos interesante, vamos disfrutando de un curioso duelo, (de eso se trata al fin y al cabo), de personalidades extremas y del clásico "entran dos sale uno", que tanto gusta a la audiencia, y que tan grande hizo en su día a "Gran hermano", en el que no podía faltar la, siempre impagable, figura del "concursante odioso", al que todos quieren ver en la calle, pero que no hay forma de echar ni a tiros. Alguno de estos ha terminado, con ayuda de algún miembro del jurado, ganando su reality. Que se lo pregunten a Virginia "Labuat" en Operación triunfo.
El concursante odioso en esta ocasión no es otro que "Bárbara", la de "Bárbara te cocina", (¿no conociais "Bárbara te cocina"? Ni yo tampoco, por eso ha ido la chica al concurso, entendámonos).
Esta muchacha valenciana, que dejó la cocina al ser mamá, y quiere volver cual ave fénix, tiene todo lo que se necesita para triunfar, (triunfar, no es necesariamente ganar), en este tipo de shows. Una personalidad molesta, que ella cultiva a base de comentarios de automotivación y reafirmación personal, así como un empeño casi demencial en ignorar el vacío y desprecio que provoca en sus compañeros, insistiendo en comportarse como si fuera uno más, tan querido como cualquiera, y una facilidad desesperante para meter el gambazo cuando trabajan en equipo y salir airosa cuando lo hace sola. Si todo esto forma parte de una estrategía, yo me compro tres sombreros ahora mismo para poder descubrirme no una, ni dos, sino tres veces ante ella.
El caso es que tanto si la chica sabe lo que hace como si no, lo que hace funciona. Y mucho. Y, agarrada al hábil sistema de eliminación del concurso, que permite que pase esto, se ha ido cargando, semana tras semana, a los mas pintados. Y seguirá. Al tiempo.
El pasado miércoles, tras haber ido sembrando en los primeros programas, pudo empezar, finalmente a recoger, cuando uno de los concursantes de mas ego y soberbia, el multipremiado Miguel Cobo, le dijo directamente "Estoy deseando enfrentarme a ti, para echarte". Previamente, le había hecho perder los nervios, dando su opinión en el momento en el que menos tenía que haberla dado, (cuando se jugaban el cuello dos compañeros), llevándole al ridículo mas absoluto cuando, tal y como de un gran hermano cualquiera se tratara, se golpeó el pecho proclamando que uno de los candidatos a salir, del que Bárbara opinaba que merecía hacerlo por haberse dejado un trozo de film en el plato, era su hermano del alma. Un show.
Ella luego dijo, no sin razón, que los demas la despellejaban en su cara sin que pasara nada y que luego no le permitían dar su opinión. Una jugada maestra, ya digo.
Lo que pasará las próximas semanas, no lo sé. Pero si los responsables de Top Chef, son listos, procurarán que Bárbara siga, por lo menos, hasta la final. A mí, si es así, me tienen fijo como público.
Veremos.
La cara de suave que tiene la gachí...
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