Wednesday, April 2, 2014

Memorias de un hijo del levante. Capítulo 11. "Tuna"

El sábado tuve un conflicto en Málaga capital de padre y muy señor mío. Resulta de que tuve que ir por el tema de que era el cumpleaños de uno que estuvo con mi amigo Tenorio y conmigo en terapia hace tiempo, y que hiciemos buena amistad con él. Y como hacía tiempo que no nos veíamos, se le ocurrió reunir a todos los de la terapia en su casa para comernos seis o siete platos de jamón, una empanada de bacon con queso, muy rica, una tortilla de patatas, poderosa, poderosa, unas carnes enmantecadas, y unas banderillas de la marca aceitunera, que, de haber tenido boca, hubieran dicho, cómeme. Y para allá que nos fuimos Tenorio y yo, porque, aunque no es muy buena idea reunir en una misma habitación a tanto loco, lo cierto es que teniamos ganas de ver a la pandilla, y ver cómo estaban evolucionando.

Genaro, que es el del cumpleaños, ya está mejor de lo suyo. Le daban ganas de tirarse por la ventana. Pero ya no. Se toma sus pastillitas y se rie del mundo. Lo malo es que se rie demasiado del mundo y al mundo no siempre le sienta bien, la verdad. Pero eso es lo que hay, peor era lo de revolearse de un sexto sin ascensor, ¿no?

Tambien estaba Patricia, que era una que se arrancaba el pelo y se pegaba bocaos. Antoñito, que ese nunca hemos sabido lo que tenía porque no hablaba, ni habla. Pero que come jamón como si no hubiera un mañana. Y Rafaelito el Kill Machine, que tambien es de Algeciras, pero que se fue por su cuenta para allá, porque nosotros lo evitamos. Y es que a ese lo echaron de la legión por violento. Y un día mata a uno. O a dos, si pilla las rebajas del corte inglés.

Faltaban el Curro, que está todavía internado porque le mete fuego a las cosas,  y la Amparo, que estaba dentro de un camisón al que el Curro le metió fuego y ahora no tiene ganas de vernos a ninguno. Cosas de la vida.

La velada estuvo bien, y nos hartamos de comer y de tomar vinillo de ese de uva que se pisa con los pieses y todo. Pero luego uno dijo de ir a tomar algo a la calle, y eso ya no fue tan buena idea. Primero porque nada mas salir, nos perdimos, y segundo porque al doblar una esquina nos encontramos con unos tunos.

Yo el tema ese de la tuna, es que no lo entiendo. ¿Qué hacen unos mendas vistiéndose de príncipe de Beckelaer y tocando guitarrillas raras en medio de la calle, como si se hubieran escapado del buscón. la celestinas, o del mismísimo Sagaz Estacio? Eso no viene a cuento, hombre. Ni a cuento ni a fábula. Encima, se cuelgan unos lazos y unos cascabeles que es como para correr por medio de unas zarzas. Enganchándose por tos laos, seguro. Intenta tú saltar la valla de Melilla con el traje ese.

Pues el caso es que nos encontramos al revolver una esquina a seis o siete tunos de estos, vestíos del conde lucanor, bebiendo litronas y diciendo chalauras. Y Tenorio, que para estas cosas tiene incluso menos paciencia que yo, se va pa uno de ellos y le dice, "¿Qué? ¿Esperando al Joker?" Y el tuno que lo mira como diciendo, "¿Es a mí?" Y Tenorio, que estaba lanzado, se va pal de al lao y le dice, "¿Vosotros qué sois? ¿La pandilla de Pancho Villa?" Y el otro tuno, que en lugar de decir, "Pues mira, no. No somos la pandilla de Pancho Villa" o por el contrario, "Ha interpretado usted bien, caballero. La pandilla de Pancho Villa, somos", se pone a reir como un demente y termina tirando la litrona al suelo. Y ahí yo ya me puse nervioso y empecé a arrancar un cartel que había en la pared como diciendo "El tema de la litrona no ha sido baladí" y otro de los tunos que le dice a Tenorio, "¿Qué estás hablando, amigo?" y Tenorio, que le dice con toda la calma del mundo "Que sois la pandilla de Pancho Villa. El Pancho Villa, el Zapata, y el company" y ahí los dejó muertos. Y como yo no quería mas jaleos, le pego a Tenorio un tirón del brazo y me echo a correr. Y él, como tampoco se podía hacer otra cosa, se echa a correr detrás mío. Una cosa mala.
El problema es que no habiamos ni llegado a la esquina cuando uno de los tunos se puso a cantar en medio de la calle y a un tono perfectamente audible, para que lo audieramos nosotros, sin duda, una canción que decía "me llaman loco" y por ahí sí que no estábamos dispuestos a pasar nosotros, porque aunque seamos locos, la gente no tiene por qué decírnoslo. Que lo nuestro es una enfermedad, no un capricho como el de ser tuno. Conque miré a Tenorio, él me miró a mí, y me dijo "Sin prisioneros" y salimos corriendo al grito de "Numancia no se rinde".

Tenorio se tiró sobre el que estaba cantando y yo sobre uno que se había puesto a pegar saltitos y a darse con una pandereta en el codo y en el talón, que parecía que le habían cambiao la columna vertebral por un muelle y lo habían dejao allí botando. La colección de puñetazos, patadas, bocaos, y tirones de pelo que vinieron acto seguido no está en los escritos. Y todas nos las llevamos nosotros. Como que hubo un momento que le dije a Tenorio, "illo, vámonos de aquí, que nos maran" y como pudimos nos quitamos de enmedio. Claro que la cosa no podía quedar así. Nos refugiamos en una pastelería que había en la esquina y desde la puerta gritamos al unísono, "Terminá los estudios y hacé algo de provecho, piara de pamplinosos" y nos metimos padentro a escape, porque ya venían los tunos a por nosotros.

El final fue epopéyico el marino. Viendo que nuestro fin estaba cerca, nos hicimos fuertes detrás del mostrador, a pesar de la clara oposición de la muchacha que despachaba, y desde allí comenzamos a desplegar todo el fuego de artillería que pudimos, a base de lanzarle a nuestro enemigo, bollos de pan, bolsas de piquito, y croissants que previamente cebábamos con nutella, por mor de darles mas cuerpo al proyectil. Pero la resistencia duró poco. Los tunos consiguieron hacerse con la posición y allí mismo nos hubieran marado de no ser porque justo en ese momento, y tal y como si de una película o film , se tratara o tratase, la voz de Rafaelito el kill machine se escuchó desde la puerta de la pastelería, que por cierto, se llamaba, "El ratito dulce", aunque no había ningun ratón pintado. "¿No os ha dicho mi amigo, que termineis los estudios, Hippies?" dijo. Y acto seguido empezó a soltar cosquis como si lo hubieran dejado a su aire en medio del señor de los anillos. Lo mejor de todo es que el resto de la pandilla estaba allí tambien y en apenas diez minutos, sofocaron el ataque tunero.

Qué orgulloso me sentí de formar parte de aquel grupo de terapia. Si no fuera porque ya está cogido, hubieramos adoptado como lema, "Uno para todos, todos para uno, y los que puedan quedar ese dia para los que puedan quedar ese día y necesiten algo"

Contentos por el éxito decidimos volver al piso para comernos el jamón que quedaba y los croissants con nutella que tenorio se había metido en los bolsillos en el fragor de la batalla.

"Este es el mejor cumpleaños de mi vida" dijo Genaro. Y luego se tiró por la ventana porque se ve que con la emoción se le había olvidao tomarse la pastilla ese día.

¡Cogerlos ahí!

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