Wednesday, May 14, 2014

Trabajos de amor, perdiditos del tó. Capítulo 2 "Amor acuático"

El día que Helenito se echó a la mar, no lo hizo porque sí. Lo hizo porque su. Porque su padre lo había obligado. Tras veinte años haciendo el vago a diestro y siniestro, mas a siniestro que a diestro, porque la verdad es que los toros no le iban mucho, su progenitor, que de nombre le decían Rigoberto, y de apellido no, entró en su habitación con la escopeta y dijo, "o te embarcas, o te embarco" y de ahí no hubo quien lo sacara. - Pero Padre, esas no son maneras. - dijo Helenito. - Pum, pum - dijo su padre. A lo que el joven solo pudo añadir, - Ahí llevas razón. - Y salió corriendo al muelle a embarcarse en el primer carguero que saliera para algún sitio.

Nada mas llegar al puerto, lo primero que notó Helenito, fue mucha, pero que mucha humedad. Y es que tan rápido iba y con tanto ímpetu se había lanzado en su afán por embarcarse, que se había pasado de largo y se había caído al agua. Afortunadamente para él, un marinero experimentado, lo sacó con un bichero. Luego lo observó durante seis minutos y medio, y despues intentó meterlo en un cubito con agua que tenía junto a sus pies por si cobraba alguna pieza que mereciera la pena. Pero como quiera que Helenito, ni merecía la pena, ni se dejaba encubar, terminó el buen hombre por desistir y arrojarlo junto a unas redes, donde el chico se quedó dormidito, extenuado por la experiencia.

- Vaya tela marinera - dijo alguien que pasaba por allí, acuñando una expresión que con el tiempo se convertiría en popular.

Al despertar, Helenito, estaba ya embarcado en el carguero "Virgen Del Corto Amparo", sin que jamás se haya sabido cómo ocurriera tal cosa, porque nadie jamás lo ha explicado. Pero embarcado, estaba. Y tan contento que se puso.

- ¿Ya estás despierto, grumete? - dijo uno con pinta de oficial etrusco.
- Helenito me llamo. - contestó Helenito pensando absurdamente que al otro le importaba tal cosa.
- Anda y coge la fregona que esta cubierta no se va a fregar sola.
- Pues bien práctica que sería si lo hiciera.
Y la verdad es que eso el etrusco no se lo pudo discutir.

Qué vida tan feliz llevaba Helenito en el barco. Ahora fregaba, ahora pelaba patatas, ahora echaba los hígados por la borda, porque se mareaba mas que un campero echando números. Ahora pelaba mas patatas porque había calculado mal, y se había quedado corto. Las cosas de la mar, que son la mar de divertidas.

Y así de happy hubiera seguido si no hubiera sido porque tras escalar en un atolón de la parte de abajo de Sumatra por donde el río, dieron con un grupo de sirenas que venían de la feria de muestras de Borneo, donde cada año se celebra, a veces en septiembre, y a veces tambien, el famoso Borneo Cinco naciones de futbol sala. Una cosa linda de ver. Y como Helenito no había visto en su vida mas sirena que la de la policía, y no en pocas ocasiones, por cierto, se asomó a charlar con ellas. Con la mala suerte de que se quedó prendado de una, llamada Linólea.

- Oh, fermosa. - Dijo el muy cretino. - Fermosa criatura. - insistió. - ¿Cómo es que dices que te llamas?
- Linólea. - dijo ella confirmando lo anteriormente dicho en este relato. 
- Qué fermosa eres, Linólea. - volvió a decir Helenito, poniéndose ya pesado. - El nombre es feo de cojones, pero tú eres fermosa cual amanecer en Pittsburg.
Y cabe aclarar en este punto de la narración, que si bien los amaneceres de Pittsburg, no son especialmente hermosos, cada uno tiene sus gustos, y su propia escala de valores.

Linólea no entró, en principio, al trapo de las insinuasiones (quizás excesivamente sutiles) de Helenito, con respecto a sus intenciones amorosas. A pesar de que él se asomaba, de vez en cuando, a la borda y decía
 - Estaba yo pensando en pedirle matrimonio a una sirena un día de estos. Solo que tengo el gusto yo de que se llame Linólea de nombre. A ver si conozco a alguna. - Y luego se quedaba esperando por si ella sumaba dos y dos. Pero al final, tras consultarlo con varias amigas y un número atrasado del cosmopolitan, decidió responder al cortejo del marino.

- Oye. - le dijo. - El de fermosa.
- ¿Quién yo?
- Sí, tú.
- ¿Qué?
- Que si estás buscando una sirena que se llame Linólea para casarte, que yo me llamo así y estoy disponible.
Y del alegrón que se pegó Helenito, se subió a hombros del segundo oficial que pasaba por allí, y que reaccionó de la única forma posible en un caso como este. Dándole seis mil doscientos latigazos. Los veinte últimos con las llaves de la bodega amarradas a la punta del látigo.

Pero a Helenito le daba igual. Iba a casarse con el gran amor de su vida. Serían felices y tendrían muchos hijos. Aún tenía que averiguar cómo. Pero los tendrían. Y al primero de ellos le pondría Nick Nolte, que era un capricho que él tenía desde chico. Solo quedaba hablar con el capitán para ver si quería oficiar la boda y aceptar a Linólea a bordo.

- ¿Tú quién eres? - dijo el capitán al oir las peticiones de Helenito.
- Helenito, el nuevo.
- No te conozco de nada.
- Le preparo y sirvo la comida todos los días.
- Y ya te he perdonado por eso, pero sigo sin saber quién eres. ¿Dónde te uniste a nosotros?
- En el barco.
- ¿En qué barco?
- En este.
- Ah, ya. Helenito, sí.
- Exacto.
- Pues hay un problema, Helenito. Yo casaros os caso, pero las sirenas necesitan agua para vivir, y yo no estoy dispuesto a montar un acuario a bordo.
- Pues me tiro yo al agua ahora mismo.
- ¡Pero tú no puedes vivir en el agua, loco!
- ¡Que no de qué!
Y sin pensárselo dos veces, se tiró de cabeza.

Y mas vale que se lo hubiera pensado, no dos, sino tres, y hasta cuatro. Porque no habían pasado ni seis horas y ya se había arrepentido.

- Ay, Linólea. Qué húmeda y que líquida está el agua.
- Te quejas por todo, amor mío. ¿Es que ya no me amas?
- Te amo, te amo.
- Entonces, no te quejes mas. Que estando a mi lado, ya debes estar contento.
Y para demostrar que así era, intentó el buen hombre sonreir todo lo que pudo. Pero como quiera que tenía los labios arrugados y blancos como el cogote de un fantasma, parecía que estaba tocando el acordeon.
- ¡Ay! - dijo Linólea, de repente. No me había dado cuenta. Va a empezar mi serie favorita. CSI Atlántida. Vamos a verla.
- Vamos, vamos. Pero, ¿dónde?
- En mi casa. Está a solo tres kilómetros de aquí, en la falla catorce a mano derecha.
- ¡Pero eso está bajo el agua!
- ¡Y dónde quieres que esté! ¿En la charcutería del Eroski?
- Pero yo no puedo meterme bajo el agua una hora, ¡me ajogo, me ajogo!
- Bueno, pues quédate aqui mientras yo lo veo.
- No es que me haga mucha gracia, mi amor, pero supongo que en una pareja hay que hacer sacrificios. No tardes mucho, ¿vale?
- Nada. Solo el episodio nuevo, luego veo el que pongan repetido, y ya, si se hace tarde, me echo un rato y mañana nos vemos. ¡Hasta mañana, mi amor!
- Hasta mañana.

Y allí que se quedó Helenito chapoteando solito.

- Aquí cada vez hace mas frío. - dijo sobre las tres y media de la madrugada. - a ver si no ha sido buena idea lo de esta relación... Me cachis en la mar...

A ver si vuelve ya la gachí...



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