Cuando dejé al abuelo de Heidi, empecé a desesperarme
porque, la verdad, la cosa no pintaba bien. Había pasado ya mucho tiempo desde
que me perdí de Tenorio, y no parecía que pudiera ser capaz de llegar a Toledo
yo solo. Así que decidí que lo mejor era regresar a Algeciras y si Tenorio se
enfadaba, que se enfadase.
Con esta decisión tomada, caminé hasta una gasolinera, y me
acerqué al gasolinero para preguntarle. – Oiga, gasolinero, para ir a
Algeciras, ¿por dónde tengo que tirar?
El tipo me miró con la misma cara que una persona normal
pondría si le hubiera preguntado si le
estaba creciendo un segundo pescuezo en la nuca. – Está usted un poco lejos, amigo.
Y ahí vi yo el cielo abierto, porque yo me pensé que estaba
muy lejos, conque un poco lejos, solo, me parecía del carajo. Así que me puse a
bailar la macarena y a decirle al tío, ole con ole. Pero se ve que él no
compartía mi entusiasmo y se metió padentro de la oficina de la gasolinera,
cerrando la puerta de un portazo. – Oiga, que me ha dejado con la Macarena en
la boca. Eso no corresponde a educación alguna. – Le dije un poco molesto. Y
él, - Ay, madre, que me ha tocao un chalao. – Y yo ahí no supe qué decir,
porque yo no había visto a nadie tocarlo, pero igual lo había tocao antes de
que yo llegase, y el efecto de tocarle, que claramente había sido, pegarle la
chalaura, no había empezado a notarse hasta ese momento, conque dije, -Suerte
amigo. Yo conozco los problemas de la mente y son difíciles de solventar. – Y me
fui.
Contento por estar solo un poco lejos de Algeciras, me eché
a caminar por un camino que ponía “Alcira”, ya que supuse que lo había escrito
alguien que no sabía escribir Algeciras bien. Y como yo estoy a favor de la
integración laboral, no quise criticar el hecho de que hubieran puesto a
escribir carteles a alguien que no sabía escribirlos bien.
Cuando llevaba un rato andando por la carretera, me paró un
patrol de la guardia civil.
-Buenas tardes, caballero. – me dijo uno de ellos que tenía
cara de reloj suizo. - ¿Tiene usted algún problema?
- Yo, ninguno.
- ¿Puedo preguntarle a donde se dirige?
- Aro, aro.
- ¿Perdón?
- ¿Perdón, por qué? Si no me ha hecho nada.
- Disculpe pero no le entiendo.
- Otro integrao, como el del cartel.
- ¿Perdone?
Y ahí me eché a correr porque aquello no conducía a ninguna
parte. Pero claro, se ve que eso de echarte a correr cuando te para la guardia
civil, en ciertos sitios se considera sospechoso, y me echaron mano rápido y
ligero, que na más que les faltó echarme una red por lo alto como le hicieron
al Charlot Gestos, en el planeta de los simios. Conque cuando me vine a dar
cuenta, estaba en la comandancia, esposao y con un paratrapo en la boca, porque
decía uno de los guardias que no me quería escuchar. Y como yo quería decirle
que vale, pero cada vez que lo iba a intentar, me decía, “¿Qué he dicho?”, y yo
entonces intentaba decirle lo que había dicho, y él, “¿otra vez?” y yo lo
intentaba otra vez… Pos al final, por estas cosas que tienen los sicopáticos,
se enfadó y me puso el paratrapo.
Y entonces os podéis morir de lo que pasó. Resulta que en la
misma comandancia donde me llevaron, estaba mi amigo Tenorio, esposao, pero sin
paratrapo. Él siempre ha sabido interpretar mejor que yo a los sicopáticos.
- -
Mmmmm, mmmmm – le dije yo.
- -
Ostia, quillo. No te esperaba yo aquí. Como te
fuiste con los moros, pensé que te habías ido a la fiesta del cordero.
-
- Mmmmm, mmmmm.
-
- Pos sí, me han cogido, ya ves. El coche, que era
robado, después de todo.
-
- Mmmmmm, mmmmmm.
-
- Sí, ya sé que tenía las pegatinas de la casa de
alquiler, pero es que lo robé de la casa de alquiler, precisamente.
-
- Mmmmmm, mmmmmm.
-
- Vaya tela, sí.
Y ahí se quedó la cosa. Al otro día nos llevaron pa
Algeciras y nos metieron otra vez en la clínica de nuestra señora del corto
amparo, al cuidado del doctor Rivera. Que cuando nos vio aparecer, parece que
hubiera estao presente en nuestra conversación, porque dijo, “vaya tela”
Conque menuda odisea en el espacio que he vivido yo este
verano. Ahora, a Toledo no vuelvo más.
Lo rápido que sacó el paratrapo el gachó
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