Wednesday, July 7, 2021

Eurocopeando con Curro Slalom - semifinal 1 - Solo faltó Tassotti

 Buenas Pichones,

Algún día contaremos a nuestros nietos que hubo un tiempo en que fuimos los mejores. 

Poco, o nada, queda ya de la España que conquistó dos eurocopas consecutivas, con un mundial en medio. Poco o nada, queda ya de la España que eliminaba a Italia en los penaltis. La que sacaba con la uña del dedo meñique del pie derecho, ese gol que siempre nos mete el rival faltando diez minutos y que nos deja fuera de nuestro sueño. La que mandaba el balón al pie, y no a la valla publicitaria. La que siempre iba a buscar los balones, en lugar de perderlos cuando el compañero no sabe a quién echarla cuando saca de banda. La que no entendía de antimadridismos ni antibarcelonismos, porque era España, y no había más que mirar a los balcones para entenderlo. ¿Habéis visto muchas banderas en los balcones, este año? 

Poco o nada. El poco, las ganas de los chavales, la calidad que apunta alguno de ellos, y la estrella del pecho. Algún destello. Algún gol. Alguna parada...  La nada, un seleccionador que poco a poco ha ido separando todo lo que habían unido Luis y Vicente. Que se empeña en darle la escopeta al que le tiembla la mano, y en dejar en casa al pichichi de la liga. 14 goles marca Aspas con el celta, y 11 Morata con la Juve. Que es como que te adelante una bicicleta cuando vas tú, en un Ferrari. Con todo mi respeto al Celta, que hace lo que puede, y lo hace bien. 

Gracias a lo poco, y a unos cruces, más afortunados de a lo que estamos acostumbrados, nos colamos en semifinales, después de empatar cuatro partidos, (uno lo ganamos en la prórroga, cuando el rival, Croacia, con más años que fuerzas, no podía ya presentar batalla, y el otro en los penaltis) y ganar uno a la todopoderosa Eslovaquia, que pagó los platos rotos de que Suecia y Polonia, nos hubieran dado un mal rato, cada una. Y claro, te puedes esconder un tiempo, pero no para siempre, conque al final, nos tocó uno de los gordos. Una Italia, que venía jugando como lo hacía en los años en los que mereció ser campeona. La cosa pintaba mal. Pero como la vida tiene ese sentido del humor tan extraño, resulta que, precisamente en el partido contra España, Italia, deja de parecerse a la que merece ser campeona, y se puso la camiseta de la que no merece serlo, pero lo es. Porque jugando peor, y con el ay, ay, ay, en la garganta, consigue, primero mantener la portería a cero, y luego, hacerte un gol, cuando nadie se lo espera. Esa es la Italia que fue campeona del mundo en el 2006. Y hasta le dieron el balón de oro a Cannavaro, y todo. 

Sí, luego España, en uno de esos ratos de lucidez que tiene Morata, como el alumno al que de repente le entra una pregunta, (de diez), que sí que se sabe, empata el partido, con una jugada de delantero grande. Como para que se nos quede, todavía, más cara de idiotas. ¿Pero este tío sabe hacer estas cosas? ¿Qué coño le pasa? Y entonces, el fantasma de los España Italia del pasado, se nos aparece en medio del salón, para recordarnos que lo de Iniesta de mi vida, fue un espejismo, y que en el reloj de la gloria de España han dado las doce, y el tiki taka se ha convertido en calabaza. Otra vez. 

Penaltis. Y a la calle. 

Llevaba Morata mientras caminaba al lanzamiento, la misma cara que el que robó dos gallinas, y lo mandaron al garrote. ¿Por qué dejas que un tío que tiene miedo, tire un penalti? No vayas a herir los sentimientos al multimillonario, diciéndole que no está para tirar el penalti. Si acaso que se joda un país entero... vamos que a cualquiera de nuestros jefes le iba a temblar el pulso a la hora de sentarnos en una situación como esa. Y ni siquiera era culpa de él, la verdad. Porque jugando Italia como jugó, le hicimos cuatro goles hace diez años. Fueron once los que llegaron a los penaltis. 

Y ese, creo yo, que es el insulto final. La ironía definitiva. Que nos eche, no una Italia superior, como merece un equipo grande que se le eche. Sino la Italia timorata y marrullera (¿Qué cachondeo era ese de Chiellini con Jordi alba?), de toda la vida.  Como si después de un tiempo en el paraíso, hubiéramos vuelto a 1994. 

Vamos, que solo faltó Tassotti. 




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